Israel ha asesinado a 300 palestinos, la mayoría civiles indefensos y niños, y su gobierno, una vez comenzada la llamada «ofensiva terrestre» sobre Gaza, saca pecho y anuncia que «todas las opciones están abiertas». Barack Obama, el presidente que fue recibido por la opinión pública internacional asombrada por su Premio Nóbel de la Paz, un tanto prematuro, justifica las acciones de represalia del Ejército de Israel, el cuarto más poderoso del mundo, y pide a las partes que no extiendan el conflicto.
¿Qué partes?
Israel todos sabemos quién es. Y la otra parte a la que se refiere Obama seguramente será el pueblo palestino, y más concretamente los habitantes de la franja de Gaza. Una porción del mundo de una extensión menor a la de la Comunidad de Madrid, en la que están encarcelados al aire libre un millón y medio de personas, con todas sus fronteras cerradas, sin ayuda exterior y sufriendo ante el silencio internacional el genocidio sistemático.
Hace tan solo unos días, Carlos Carnicero Urabayen realizó una entrevista en el diario Huffingtonpost a David Andrés Viñas, responsable de Incidencia Política de Oxfam para la Franja de Gaza. En la entrevista, absolutamente recomendable, describe la zona hoy invadida por el Ejército de Israel, como la «cárcel más grande del mundo». No ha podido elegir mejor título. Les recomiendo que la lean.
La opinión pública internacional, y lo que antes se llamaba «las potencias», miran para otro lado, como han hecho cada vez que el Estado de Israel profundiza en el genocidio del pueblo palestino. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se reúne solo para confirmar el veto de Estados Unidos a cualquier crítica o sanción a los atropellos de Israel. Hace mucho que la Unión Europea es cómplice silente de la brutalidad del estado Hebreo. Y Alemania, pretendiendo esconder la memoria del Holocausto, jamás realizará un gesto político que signifique condenar la política de Israel.
Pero perdamos el miedo a las palabras.
Cada vez que se critica la política de Israel, quien lo hace es tildado de «antisionista» o «antisemita». En síntesis, Israel es de verdad quien banaliza el Holocausto, al pretende que el haber sufrido la persecución racista más abominable de la historia, con «la solución final» de Hitler para exterminar al pueblo judío, tiene como compensación a ese horroroso sufrimiento el derecho a saltarse la legalidad internacional y masacrar al pueblo palestino. Israel banaliza tanto el Holocausto como para pretender nuestro silencio con sus crímenes, como hizo el mundo entero por miedo a la Alemania de Hitler, cuando exterminaban al pueblo judío. Digamos que se pretende un silencio por el otro estruendoso, ante los crímenes de Hitler. E Israel utiliza ese mismo procedimiento execrable de exterminio de un pueblo al que ni reconoce ni respeta.
Hace tiempo que Israel ha sustituido su papel de víctima por el de verdugo. Israel no quiere la paz porque se siente confortable en una guerra que le permite, ante la complacencia de Estados Unidos y el silencio de la comunidad internacional, ser el único estado del mundo que no recibe sanción alguna por los más ominosos crímenes. Por eso sigue construyendo colonias en territorios que tiene que devolver, por eso incumple sistemáticamente todas las resoluciones de la Asamblea General de la ONU. Por eso sigue matando porque dispone de un ejército sofisticado frente a unos desarrapados y algunos lunáticos.
La ONU tiene una historia cargada de vergüenza e ignominia. Desde las matanzas de Srebrenica al genocidio de Ruanda. Pero han sido sucesos temporales, discontinuos y finalizados. Horrorosos, pero ya terminados. Palestina no tiene fecha de caducidad en su sufrimiento, porque mientras Estados Unidos se lo permita, Israel hará uso desmedido y brutal de la fuerza, asesinando civiles y niños ante la pasividad mundial. Esa es la metodología que ha elegido el Estado de Israel.
Las cifras lo dicen todo: en los quince días que lleva este llamado «conflicto» han muerto más de trescientos palestinos y dos israelíes. Observen la proporción y comparen los medios de ataque y de defensa.
Israel lleva tiempo sistematizando el Holocausto del pueblo Palestino y la mayor parte de los intelectuales temen pronunciarse para no verse incluidos en el «Observatorio del Antisemitismo» y otras listas negras en la que los defensores de la brutalidad del estado de Israel incluyen a quien se atreve a criticarlos.
Hace tiempo que tengo el honor de estar en esa lista negra. Siento orgullo al releer los artículos que escribí a lo largo de mi carrera y que estos censores amenazantes se toman la molestia de recopilar.
No les tengo miedo. No comprarán mi modesto silencio por mucho poder e influencia que Israel tenga en el mundo. Conmigo que no cuenten, porque además, me conozco demasiado como para pensar que yo me hubiera quedado callado frente al otro Holcausto, el de Adolf Hitler.
Carlos Carnicero