En este verano caliente todo se calienta, incluso hasta las ideas; incluso hasta esas ideas atávicas y estólidas que representan un anacronismo en este 2014. Tanto es así que el propio Tribunal Constitucional le va a decir directamente al Presidente de la Generalitat, Artur Mas, que no puede celebrar la consulta, que tiene que suspender el referéndum que tiene planeado para el 9 de Noviembre.
No me extraña que personas, algo más cartesianas, como Josep Antoni Durán Lleida, han saltado del barco antes de que zozobrara. No todos tienen que pensar del mismo modo que lo hacen unos cuantos, incluso si éstos lo imponen. Por cierto, que en democracia no hay nada peor que la imposición. No hay más que recordar cómo, una vez que llegó un descerebrado al poder en Alemania a principios de los 30, luego, hizo de aquel país y de Europa y media un auténtico infierno.
Pero ellos siguen con su deriva soberanista. Un punto fuerte, previo al referéndum será el 11 de Septiembre, el día de la Diada. Ahí se verá el poder de convocatoria que van a tener los independentistas; aunque me temo que va a ser fuerte.
Tengo mucho que reprochar a Artur Mas y poco que reconocer. Sin embargo, he de reconocer que, gracias a sus campañas de marketing, elaboradas con dinero de todos los españoles, ha sabido imprimir un sesgo soberanista y un germen que, aunque estaba latente, no había aflorado como en el País Vasco.
La preocupación también está en que hay comunidades autónomas que se van a ver contagiadas. Hay que tener cuidado con el País Vasco y la Comunidad Valenciana. Entre la juventud cada vez hay más adeptos con ideas secesionistas.
Y a todo esto, ¿dónde está Rajoy? Lo digo porque es el prestidigitador de no ver los problemas. Evidentemente el Presidente no quiere pasar a la Historia como el que no le quedó más remedio que, durante su mandato, se independizara una comunidad autónoma.
Creo que hay que estar, no preocupados pero sí ocupados ante una situación que cada vez se enroca más.
Alberto Peláez