Paz, libertad, democracia, estado de derecho. Son los pilares sobre los que los europeos fundamentamos nuestra convivencia desde que hace seis décadas decidimos no volver a repetir los errores que nos habían llevado a dos guerras de devastación inhumana, transformando las fronteras de odio que nos habían dividido en lazos de fraternidad, respeto y convivencia.
Aún pese a esta larga crisis que está causando daños cruentos a millones de personas, Europa sigue disfrutando hoy en día del mayor nivel de bienestar de todo el planeta. Por eso se hace más insoportable todavía observar lo que ocurre al otro lado de nuestras fronteras, en nuestras mismas puertas: violencia, hambre, miseria.
Dos ejemplos de esta cruda realidad nos han sacudido en los últimos días en la forma de más de 700 muertos por culpa de la barbarie y la sinrazón.
Nada justifica atentar contra un avión que transportaba a 298 personas, civiles
No hay justificación para lo sucedido en Ucrania. Nada justifica atentar contra un avión que transportaba a 298 personas, civiles, de Ámsterdam a Kuala Lumpur. No hay excusas porque no ha habido un accidente, no ha sido un error. Urge que una misión internacional imparcial investigue lo sucedido porque no hay posibilidad de confundir un avión civil y un avión militar. Las trabas de los últimos días a esa investigación no hacen sino alimentar la certeza de que se trata de un crimen premeditado cuyos responsables deben pagar por él.
Por su parte, Europa debe actuar con contundencia, redoblando la presión diplomática para que cese la violencia y Rusia y Ucrania se sienten a negociar una solución, pero también imponiendo mayores sanciones contra Rusia. Rusia tiene una responsabilidad directa sobre lo sucedido por el flujo de armamento hacia los separatistas y debe sufrir las consecuencias de su política de desestabilización de Ucrania. No caben paños calientes.
¿Y Gaza?
El asesinato de tres jóvenes judíos a manos de un grupo palestino no identificado, por horrendo y abyecto que haya sido, no justifica en ningún caso el ataque despiadado lanzado por el Gobierno de Israel contra una población palestina secuestrada dentro de sus propias fronteras. No tiene justificación que las consecuencias de ese crimen las hayan tenido que pagar con sus vidas los más de 400 palestinos muertos, muchos de ellos niños y mujeres inocentes que solo trataban de sobrevivir en un territorio sitiado.
No existe proporcionalidad entre el lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza y el despliegue mortífero acometido por el Gobierno israelí
No existe proporcionalidad entre el lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza y el despliegue mortífero acometido por el Gobierno israelí, al mando de un arsenal cuya capacidad de devastación se encuentra a años luz del que disponen aquellos a quienes dice combatir. En un territorio superpoblado y cerrado a cal y canto, no existe la posibilidad de que mueran inocentes ante los ataques israelíes: existe la absoluta certeza de que morirán. Y Netanyahu aún se atreve a afirmar que no quiere “hacer daño a inocentes”… ¿Acaso tienen menos valor sus vidas?
¿Y Europa? Más y más llamamientos al cese de hostilidades, más y más declaraciones a favor de la búsqueda dialogada de una solución al conflicto. Llamamientos y declaraciones que, como siempre, caen en saco roto: a ninguno de los extremismos en conflicto parece interesarles llegar a un acuerdo, a nadie parece interesarle presionar para alcanzarlo más allá de las palabras.
Y así sigue el odio alimentándose al pie de nuestras fronteras.
José Blanco