domingo, septiembre 22, 2024
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A Tentadora, un café lisboeta

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Mi conocido y nunca bien ponderado libro Lisboas (ediciones Gerión, Huelva, 2009), éxito editorial donde los haya, empieza en A Tentadora, un café situado en el tranquilo barrio del Campo de Ourique. Es muy importante cómo comienza un libro y nunca suele ser indiferente. Este café se halla situado en la esquina de las ruas Saraiva de Carvalho y Ferreira Borges, esa que es un túnel de verdura (por los inmensos y nobles almeces de sus aceras). A Tentadora es el clásico café de barrio, punto de encuentro de los veteranos, abuelas, todos de una edad bastante avanzada. El café es servido con la natural parsimonia, pero con eficacia. Los bollos, esos excelentes bollos portugueses, entre ellos el Bolo de Arroz o los queques (cakes), acompañan mi demorado café. Cuando llegan las fechas correspondientes, se pueden tomar también torrijas (fatias douradas) o los sonhos, buñuelos deliciosos.

Desde este cafe se le toma el pulso al barrio, se ve venir el tranvía 28, se lee el periódico a ver si ha pasado algo, se ve pasar a las mismas personas día tras otro (entre ellos al escritor y periodista Miguel Sousa Tavares, autor de Ecuador, entre otras obras de éxito, que suele recalar por aquí).

Lo que no he logrado adivinar es la razón de su seductor nombre, pues no hay nada muy tentador, salvo la bella mujer pintada en la esquina, muy años veinte, si no es el local en sí y su envidiable ubicación. También se puede comer y cenar y tomar una caña, que aquí llamamos una imperial.

Tras el café, o antes, suelo pasar por la Livraria Moderna, donde doña Crisálida ofrece libros de ocasión y donde encuentro a menudo pequeñas joyas, incluso en francés o inglés. Si no, voy a la librería cercana del Jardim da Parada, llamada Ler, ésta de libros nuevos donde también hay una pequeña buena selección. También me suelo acercar a repostar de vino de Oporto -indispensable para mi cigarro puro cotidiano- en la Garrafeira do Campo de Ourique, cerca del mercado, en la rua Francisco Metrass. Placeres baratos y sencillos de la capital portuguesa.

El barrio del Campo de Ourique tiene tiendas de hace sesenta años o más

El barrio es llano, una especie de plataforma urbanizada en los años treinta, con edificios bellos de época (ay, sin ascensor), e incluso está la Casa Museo Fernando Pessoa, en la rua Coelho da Rocha, que es un puerto de abrigo para los amantes de poesía. Al fondo occidental del barrio está el Cementerio dos Prazeres, cuyo nombre viene de placeres acuíferos y no de una especial supuesta pulsión funeraria de nosotros los portugueses. Se recomienda su visita porque las tumbas y los cipreses son mayestáticos.

El barrio del Campo de Ourique tiene tiendas de hace sesenta años o más, otras más modernas, y ahora el viejo Mercado se ha convertido en una especie de Mercado de San Miguel de Madrid o un Covent Garden londinense para andar por casa. Esto ha rejuvenecido sin duda la zona, pero un vino cuesta, eso sí, el doble que en cualquier barecillo.

Todo esto ya se ha contado más o menos en el citado libro Lisboas, pero ahora que llega, por fin, el verano, lo reitero porque veo que mis amigos españoles se suelen quedar en la parte central de Lisboa, la más turística y frecuentada. 

Rui Vaz de Cunha

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