domingo, noviembre 24, 2024
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Agosto en Madrid

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Y llegó triunfante Agosto, como un Augusto radiante en desfile de Appia Antica, para terminar de freírnos a fuego lento dejando una villa desnuda de cemento.

Este mes mítico debería ser el final del año – el gran JJ Benítez hasta celebra la Navidad en estas fechas –, por ser la culminación en fuego de todos los acontecimientos nacionales, globales y personales con vocación fatal de arder bajo el sol cínico del sistema.

Por partes. El mundo está en guerra – como siempre desde el abandono de Edén –  pero acelerado en varios frentes que se ponderan en desigual forma y criterio desde la manipulada publicidad patria. De norte a sur se orquesta una sinfonía de mártires heroicos e ignorados por cristianos, aviones desparecidos en cenizas y poblados arrasados, donde se intuye apenas es la punta del iceberg de la situación. El odio se envalentona en estos meses, desde las fuentes del  conflicto allí hasta los mercaderes de la información aquí, que subrayan lo que quieren y obvian lo que no interesa.

En el campo patrio seguimos también como siempre, muy mal,  pero eso sí, más lúcidos al observar como el cutre teatrillo donde se ha montado eso que se llama democracia, se va desmoronando desde sus prohombres nada honorables. Lejos de ser escándalo puntual, ocurre que aquí se sabía todo desde el principio y el maquillaje del sistema va cayendo a paso rápido para dejar el cadáver nada vistoso. “You aint seen nothing yet” se decía en el show business con razón. El calor del ferragosto termina deshaciendo mitos y en estas jornadas dos bajitos nacionales y mandones ya empezaron a purgar en julio mas-allá-mas-acá. En fin.

Por mi parte, Agosto me calienta las neuronas y me hiela el corazón, y todo de repente, consecuencia de espasmos de Divas. Podría escribir mis memorias desde este traumático mes porque mi acelerada biografía se me acumula aquí, dramátizandose en Do Mayor. Así, en estado de shock, entro en paz interior hasta que el Pharmatón empieza a centrifugar en Septiembre para dejarme como una rosa en Noviembre. Mes que, sin duda,  será mi preferido, siempre tan a contracorriente, cuando mi estrenada sonrisa contrasta con el rictus suicida del personal que comienza a hacer cola en el viaducto para saltar la valla al infinito.

Aguantaremos Agosto, en todo caso, en la soledad Madriles de verbena en verbena, de la mano de San Cayetano y San Lorenzo para fundirnos en un chotis sacro y eternoretornista con La Paloma. Iremos a las terrazas del Matadero, a la Casa Encendida hasta terminar en mi segundo hogar, ines Doré refrescándome en las Salas de Verano tras tomar una pinta en los Museos del Jamón.

Y así, como sin enterarnos, Agosto irá muriendo cuando oigamos declinar al profeta castizo de turno, recordándonos el mito del frío-en-rostro. Señal de acudir a reverenciar el corazón incorrupto por helado de un san Francisco inverso – Umbral –.

Y un día, en apariencia, como otro cualquiera y sin avisar, aparecerá un amanecer con brisa y olor de infancia y sabremos que es la realidad desnuda de Septiembre ansiosa de otoños calientes, manifas, despertar y bronca.

Reflexionemos hasta entonces, cociéndonos felices a fuego lento duplicando la jornada en ese paraíso llamado Siesta, que es nuestro yoga ibérico.

J.M. Novoa

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