Hay algo de patético en Artur Mas, aquel Artur Mas que hace años se puso la camiseta de Superman para un reportaje periodístico y eligió, para una serie de La Vanguardia, colocarse los ropajes de San Jorge y empuñar la espada para que le fotografiaran luchando contra el dragón.
Nada queda de aquel político que quería aparentar que era capaz de comerse el mundo. Hoy se le ve agobiado, desnortado, acorralado por sus propias promesas y sobre todo acorralado por una ERC que, si le da la gana, mueve un dedo y Artur Mas se tiene que ir a su casa. De ahí que haya algo de patético en sus esfuerzos por hacer creer que la dichosa consulta se va a celebrar contra viento y marea.
Su vicepresidenta apuntó que podría aplazarse si el Tribunal Constitucional se pronunciara en contra, y tanto ERC como la CUP respondieron que de eso nada, así que Mas se vio obligado a desmentir a Joana Ortega. Pero el problema es que después del desmentido del señor Presidente de la Generalitat ha declarado uno de sus consejeros que las afirmaciones de Joana Ortega reflejaban el sentir del gobierno autonómico. Es decir, que Mas desautorizó a Ortega y un consejero desautorizó a Mas. Complicado asunto. Si a ese aparente desapego de sus consejeros hacia Mas se suma que no está teniendo la respuesta esperada la convocatoria para sumarse a la V con la que los independentistas pretenden conmemorar la Diada, pues se comprende que a Mas no le llegue la camisa al cuerpo, con todos los frentes abiertos y con Jordi Pujol haciendo como que no pasa nada.
Su huida hacia adelante –la de Pujol- para tratar de salvar el cuello de sus hijos, con el irrepetible “momento jersey” -si no lo han visto búsquenlo en internet- indica que el calendario independentista pende de un hilo, porque es evidente que el escándalo de Pujol afecta a la consulta, y no solo porque lo diga el Financial Times.
Mas debe estar contando los días que faltan para superar la cruz del 11 de septiembre
A Mariano Rajoy le han criticado en todos los tonos por no haber sido más enérgico al enfrentarse a Mas, pero su actitud de repetir hasta la saciedad “no se va a celebrar la consulta”, más ‘seguío’ que una gotera como dicen en Andalucía, da resultado. Ha roto los nervios de Mas con ese machaque. Ha contado además con la ayuda inestimable de Jordi Pujol and family para que empiecen aparecer grietas en el bloque independentista, al que le falla su principal slogan de campaña, el España nos roba que ya no hay quien crea cuando se ha sabido quién ha robado a los catalanes y cómo.
Un Artur Mas sobrepasado por los avatares, que ya no sabe por dónde le llegarán los golpes de cada día, debe estar contando los días que faltan para superar la cruz del 11 de septiembre, que no va a poder celebrar como había proyectado. Mientras Junqueras se frota las manos, porque los múltiples errores de Mas le han puesto en casa, con ERC acumulando los votos de los independentistas de CDC que no lo eran hasta que Artur Mas les convenció de las bondades de la independencia. A eso se llama hacer un pan con unas tortas.
Una figura que provoca infinitamente más admiración que el presidente de la Generalitat es el padre Miguel Pajares, fallecido esta semana en Madrid después de muchos años de dedicación a los demás. Durante unos días nos ha tenido a todos en vilo esperando el milagro de que venciera al ébola. No ha sido posible, llegó extremadamente debilitado y eran escasas las posibilidades de supervivencia.
El padre Pajares, como las docenas de miles de sacerdotes, monjas y voluntarios que trabajan en los países más míseros, más peligrosos, más necesitados, permiten reconciliarnos con el mundo, que será mejor mientras existan personas como ellos. Personas buenas, verdaderamente buenas, como Miguel Pajares y los que como él se ocupan de aquellos de los que nadie se ocupa.
Descanse en paz después de su lucha infatigable contra la enfermedad. Lo merece más que nadie.
Pilar Cernuda