Dice la ministra de Agricultura que, ya que no podemos exportar fruta a la Rusia del zar Putin -lo del zar lo digo yo, no la señora García Tejerina, obviamente–, los españoles debemos comer cinco piezas de fruta al día. Para consumir y, añade la ministra, también por salud.
Advierto, de entrada, la buena voluntad de doña Isabel, a quien hay que reconocer que, para los usos y costumbres oficiales que nos gastamos en España, ha salido pronto a la palestra y ha dado la cara en un tema espinoso, no como otros/as, que andan de veraneo en cuestiones como la amenaza del ébola o la constante invasión de inmigrantes que nos llega por el sur. En lo que no puedo estar plenamente de acuerdo es en la receta: cinco piezas de fruta para restablecer -la ministra dixit- la dieta mediterránea que se va perdiendo. Y, de paso, para no dejar a nuestros agricultores en la estacada, mientras llegan las ayudas europeas, que ya se sabe que son lentas en llegar, cuando llegan. Lo que no quiere el vengativo Putin, nos lo comemos nosotros.
Creo que los gobiernos no están para eso, para gobernar con eslóganes ni ocurrencias, sino para resolver nuestros problemas, que en parte han creado ellos
Propongo a la ministra una campaña de concienciación ciudadana sobre el consumo de frutas, que espero que dé los mismos frutos -valga la redundancia_que aquella otra sobre consumo de aceite de oliva, que nos hizo descubrir el buen género que se producía en España. Pero que sea una campaña sin recetas morales, sin coacciones disfrazadas de consejos: ya tuvimos una ministra de Sanidad que, si hubiese podido, nos habría eliminado hasta el vino de la dieta alimenticia, para no hablar de las hamburguesas, a las que tan tenazmente combatió. Me molesta que los gobiernos, sean cuales sean, se preocupen tanto de nuestros hábitos de consumo como para que decidan modificarlos por decreto: no fume, camine en lugar de ir en coche, beba agua y no alcohol, mantenga a sus niños espigados, no tome demasiado sol, haga deporte, coma fruta (cinco piezas; tasado) y no hamburguesas, no se meta el dedo en la nariz cuando conduce.
Creo que los gobiernos no están para eso, para gobernar con eslóganes ni ocurrencias, sino para resolver nuestros problemas, que en parte han creado ellos. A veces, nuestros gobernantes parecen un consultorio médico, dándonos constantes recetas para nuestra mejor salud e higiene. Ministro hubo, en tiempos de Carlos III, que, invocando la higiene ciudadana, provocó un motín porque ordenó recortarse las barbas y disminuir el tamaño de las capas y los sombreros. No digo yo que vayamos a hacer un motín como el de Esquilache contra el bienintencionado consejo de la ministra García Tejerina, pero yo, al menos, un día de estos demostraré mi vena ácrata no comiendo cinco piezas de fruta, sino cuatro. O seis. O, si estoy en mi día yang, ninguna, hala. Seguro que algunos de los bienpensantes de lo políticamente correcto dirán, como mínimo, que estoy atentando contra mi propia salud. Eso, si no se me acusa de estar boicoteando las líneas marcadas por el Gobierno.
Fernando Jáuregui