lunes, noviembre 25, 2024
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Di María no se puede marchar, no se puede marchar, nadie nos dará lo que él nos da.

Ahí estaba en el banquillo, el chico de Rosario al que se le está poniendo cara de ser la víctima anual del Real Madrid.

Un jugador acaba siendo el rastro que deja en la memoria, y en eso Di María es único. Ese latigazo de locura sobre el campo, es el mismo que recordaremos de él, una y otra vez, cuando lleguen tiempos más fríos, que llegarán. No hay gente que pene por Khedira, porque de una basculación nadie se acuerda, pero el juego irreversible del rosarino es un momento único de la historia del fútbol.

Pero se tiene que ir.  Es ya una estrella con medallas en la pechera, quiere más oro, quiere jugar arriba donde llueven las rosas, quiere posar en un escaparate donde no hay sitio para más maniquíes. Y él viene del hambre.

Anchelotti ha sabido construir lo nuevo sin luchar teatralmente contra lo viejo. La temporada pasada no hubo más neurosis que Messi -y nada se puede hacer al parecer- pero no se tropezó en los vicios del régimen anterior. Desapareció Ozil suavemente y hasta que Bale se desató del precio se echó de menos la garita desde donde  daba el pase letal. Ahora parece que se irán Di María y Khedira, otros dos actores de la transición y el vértigo, y el equipo será plenamente Anchelottista. Control del partido, un ojo siempre en el resultado y dos agujitas arriba que serán el dolor de todos los rivales.

 Tony Kroos es  un Xavi Hernández mejor alimentado y sin funambulismo ni deconstrucción

En Cardiff hubo una jugada que fue el fin del verano y el principio de lo que vendrá. Y ahí estaba Cristiano, que ya estaba cercado por la habladuría. Ronaldo recibe un pase en su propio campo e inicia una jugada a la que el comité no le llamaría estrictamente contraataque. Algo intuye el portugués porque se pone en tensión y le lanza un envío con rabia a james, que abre para Bale pajareando en banda izquierda. Ronaldo ha salido disparado hacia un resquicio que sólo él vio entre la defensa y su propia luz. Recibe un balón goloso de Gareth, que cruza el campo con esa trascendencia de los pases del galés, siempre con el peso del gol. Se echa al suelo el portugués y arrambla con el primer tanto de su nueva temporada. Gol de pillo si uno atiende al último fotograma. Gol de genio si uno ha seguido la secuencia entera de la jugada.

El jugador que vino para suplir a Di María, Tony Kroos, fue el otro protagonista del partido. Un alemán rubio que pone tontas a las mujeres latinas. Todo está pensado en las cuadras de Floren. Dio un poco de cosa la forma en que Kroos se adueñó del partido. Casi prefería uno al jugador tímido, con talento, al que los primeros meses se le caía el mundo encima. No me miréis que me tropiezo, parecía suplicar al público severo del Bernabéu. Y lo veías y jurabas que en un detalle, en un control, había un nuevo mundo de sensaciones. Meses después rompía a jugar sin que nadie lo advirtiera. Así una estrella se convertía en un jugador secreto, algo como lo que pasó con Modric. Pero Tony es representante de la nueva Alemania aplastante y repeinada, que sin el peso de la culpa se siente la reina de Europa. Es un Xavi Hernández mejor alimentado y sin funambulismo ni deconstrucción. Está en ese sitio intermedio entre el mediocentro y el interior que parece será la moda del próximo lustro. Quizás su puesto sea en el futuro el de Alonso –lo fue en este partido- pero mientras esté el vasco, luchará con él y con Modric por llevar la batuta de mando. Kroos es un algoritmo hecho para no fallar. Está siempre en el punto justo y se la da al jugador adecuado. No hay rasgos de genio, como en Modric o Isco, pero el mismo hecho de su infalibilidad lo acerca a los grandes.

Esa pausa que viene de Sudamérica y hace suspirar a las masas, en el Bernabéu puede activar el run-rún fatal

El madridismo empezó a disfrutar inmediatamente de lo que tanto odió en el Barça. El control de la situación y de la pelota a través de una cadena de pases comandada por un señor ordenado dueño de la posición.

Con Pepe y Ramos empujando duro y Karim en la mediapunta, el Madrid fue un equipo muy corto, que se desparrama en ataque a la velocidad de sus dos extremos. Extremos totalitarios se les podría llamar, porque juegan de cualquier cosa y están en todas partes. Karim  anduvo moroso, sólo se desperezó en una jugada instantánea con Cristiano que irrumpió en el área a su forma salvaje, y derribó al portero con un zapatazo a media altura.

James anduvo sin sitio, tímido para usurparle la mediapunta a Benzemá y demasiado solapado con Bale o Kroos que andaban en terrenos de interior izquierdo. Tiene una gestualidad que en el mundial enamoraba y en el Madrid resulta irritante. Se acomoda el balón como los zurdos exquisitos, que parecen siempre  estar al borde de la epifanía. Esa pausa que viene de Sudamérica y hace suspirar a las masas, en el Bernabéu puede activar el run-rún fatal. Tendrá que aprender a pensar la jugada antes de que el balón choque contra su empeine. Así vive Karim en la mediapunta, y James será su aprendiz.

Isco saltó al campo al final del tiempo, como antes de la décima, cuando se le sacaba para entretener a las masas. Ese recorte suyo, expresión máxima de España. Nada podemos saber sobre su destino. Parece que será el cuarto hombre de tres centrocampistas. Pero en el Madrid siempre hay un par de corrimientos de tierra por temporada que ponen todo patas arriba. Llegarán los partidos y con él el feliz desorden de todos los años.

Ángel del Riego

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