domingo, noviembre 24, 2024
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El Algarrobico y el mal

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La Junta de Andalucía pretende ahora demoler El Algarrobico, la monstruosidad de cemento que sepultó una montaña del litoral de Almería, pero más le hubiera valido impedir su construcción antes de que esa aberración ambiental y arquitectónica hundiera sus primeras raíces en el Parque Natural del Cabo de Gata y generara, como ha generado, un embrollo judicial de proporciones colosales, la división de los vecinos y, lo que es peor,

¿Tan difícil le es a la Junta transmitir a la gente que esa mole gigantesca representa el mal?

Una consejera de la Junta dijo un día que el hotel El Algarrobico era feo, pero legal. Pues bien; ninguna de las dos cosas. No es feo, sino espantoso, y, tras rodar el caso por todos los tribunales habidos y por haber, ilegal. Que constituye un delito gravísimo contra la Ley de Costas y que invade los dominios de titularidad pública se recoge en sentencias firmes y ya no recurribles aunque parezca mentira, de suerte que con eso, sólo con eso, ya se podría empezar su derribo mañana mismo. Otros flecos pueden seguir dando tumbos por los tribunales, y seguir empantanándose al gusto de cada cual (un mismo tribunal llegó a emitir dos sentencias opuestas), pero la ansiada demolición del patético engendro sólo depende ya de la voluntad política de los gobiernos regional y central, si bien eso, por desgracia, refrena cruelmente la esperanza de una pronta ejecución.

En éste largo sindiós de El Algarrobico llaman la atención muchas cosas, pero también una que no ha parecido llamársela a nadie: ¿Por qué no se explica a los vecinos que defendieron ese sepulcro de la Naturaleza por los empleos que supuestamente generaría en la zona, que su complejo derribo y la no menos compleja restauración del espacio natural generarán también, y de seguro, puestos de trabajo? ¿No piensa en ellos la Junta para la labor? ¿O es que no tiene todavía, a estas alturas, un proyecto para devolver a los españoles lo que les pertenece tal cual era y estaba cuando se les robó? ¿Tan difícil le es a la Junta transmitir a la gente, a todos, que esa mole gigantesca y ridícula representa, para todos, el mal?

Rafael Torres

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