El 12 de agosto falleció en Madrid, a los 75 años, el padre Pajares, repatriado cinco días antes. Un santo varón vencido por el virus del Ébola contraído al atender a quienes lo padecían en Sierra Leona. Pajares dedicó su larga vida a cuidar a los demás, sobre todo en África, continente dejado de la mano de Dios hasta el punto de que muchos africanos piensan que el Ébola se propaga sólo con mencionarlo o por los propios médicos.
Pajares fue repatriado con medios especiales para poder transportar con bastantes garantías de seguridad, aunque no del todo, alguien afectado por una enfermedad peligrosa y contagiosa. Este virus del Ébola lo es altamente ya que pocos de los que lo contraen sobreviven. Se transmite por fluidos que incluyen el sudor. Las precauciones por adoptar son muy importantes tanto por lo que respecta al transporte, como al lugar donde los afectados son tratados, así como por los cuidadores y los médicos que les atienden.
La repatriación de Pajares provocó algunas polémicas. Una fue la de quien corría con los gastos de la repatriación, unos 400.000 euros. A pesar de que su orden religiosa, que solicitó la repatriación, afirmó que sufragaría estos gastos, tanto el PSOE como IU se pronunciaron en favor de que fuese el Estado quien pagara esta factura y Rajoy concurrió enseguida manifestando que ello era de «sentido común». No está tan claro que lo fuese. Quizás lo que se antojaba entonces de «sentido común” era no repatriar a una persona que no parecía tener posibilidades razonables de curarse por culpa de un virus tremendamente peligroso que por cualquier motivo, error o accidente podía propagarse en nuestro país, primero europeo que ha acogido a un enfermo con Ébola y primero no africano donde ha fallecido un afectado por esta tremenda enfermedad. Algunos señalaron que Pajares era voluntario y conocía los riesgos que corría y se sorprendieron no tanto del interés, humano, del religioso por volver a España como por el hecho de que la propia orden religiosa accediese a este deseo teniendo en cuenta los peligros mencionados. Ciertamente se trasladaron, casi al mismo tiempo, de Liberia a los EEUU a un misionero-médico y a una enfermera afectados por el Ébola y que reaccionaron bien a la misma medicación experimental que se administró, desgraciadamente sin éxito, a Pajares. Quizás estaban más fuertes o fue un milagro, como dijo el misionero-medico. Su ONG pagó los gastos del traslado.
Era necesario informar a los ciudadanos de las medidas tomadas para asegurarse de la imposibilidad de propagación de este virus. La información oficial ofrecida inicialmente no fue tranquilizadora por imprecisa y contradictoria. Probablemente nadie cree que el diablo que se metió en el cuerpo del religioso, como el propio Pajares decía, se haya quedado en España. Pero hay que informar de un modo contundente acerca de que este peligro no existe. Por su parte, la Comunidad de Madrid parece seguir adelante, sorprendentemente a pesar de lo ocurrido, en su decisión de desmantelar el centro de referencia del Carlos III para tratar enfermedades especiales como ésta y otras también contagiosas y mortales, justo cuando provocan cada vez más alertas mundiales y la OMS confiesa que se ha infravalorado este brote de Ébola.
El Gobierno debiera de informar acerca de todos estos extremos en el Parlamento dada la importancia de esta cuestión, incluyendo el estado de la religiosa que también fue repatriada, las alertas ocurridas en España, explicando, asimismo, porque se ha realizado con nuestra Fuerza Aérea esta peligrosa repatriación y porque fue sufragada por el Estado cuando la orden religiosa se ofreció a ello, cuestión, por cierto, que arrastra otra como la de qué repatriaciones se realizan por cuenta del Estado y cuáles no. En cuanto a esta Orden Hospitalaria de San Juan de Dios podría explicar cómo gastará específicamente los 400.000 euros que le han ahorrado, que seguro que será para bien y que lo puede contar.
A lo anterior se puede añadir información acerca de lo que se hace para detectar la llegada a Europa y a España de personas eventualmente contaminadas con este horrible virus. Desde lo de Pajares ya hemos sabido de varias alertas, en Alicante, en Bilbao y en Barcelona. El problema no es solo la detección de un posible afectado sino también determinar su itinerario previo en el que ha podido contaminar a otros. Una información seria, fidedigna y transparente solo puede tranquilizar.
Todo esto pone de relieve, también, que los españoles tenemos que centrarnos más en el Africa subsahariana, especialmente la occidental. Su desarrollo, educación y sanidad son esenciales para sus habitantes y, asimismo, para nosotros, que, gracias a la globalización, somos cada vez más vecinos suyos.
Carlos Miranda