La política española vive tiempos convulsos y los actuales líderes de las formaciones del arco parlamentario o no alcanzan a calibrar el malestar ciudadano o no dan con las medidas urgentes para regenerarse, tal vez por la merma de poder e ingresos que ello les supondría.
Muchos pensarán que bastante tienen con asistir al derrumbe de la honra y la carrera política de determinadas figuras que han sido líderes carismáticos de PP, PSOE, CIU, etc.
El melón abierto en Convergencia por la cínica confesión de Jordi Pujol sobre la cuantiosa fortuna acumulada por su familia en sus años de «reinado», puede llevarse por delante a su sucesor, Artur Mas, del que resulta casi imposible imaginar que desconociera las «mordidas» de la numerosa prole del patriarca. Uno de sus consejeros, Felipe Puig, tiene a varios hermanos siendo investigados por su relación con la trama del clan Pujol. Y esto no ha hecho más que empezar.
Pero el derrumbamiento alcanza también a la imagen de la misma «Transición». Las recientes declaraciones de Felipe González, asegurando que nunca ha creído que Pujol sea un corrupto y que todo lo ha hecho para proteger a sus hijos, cuestiona el sentido que en castellano se da a la palabra corrupto que también se aplica a quien siendo presidente de una institución del Estado deja que sus hijos, presuntamente, extorsionen a empresarios a cambio de obra pública. Además (y esto es lo grave) deja en el aire que tanto PP como PSOE miraron para otro lado a cambio de lograr el apoyo de CIU a su gobiernos en minoría. ¿Fue ese el espíritu de la transición del que tantísimo presumimos?
Otra figura, consolidada y con mando en plaza, que pierde su carrera política es Esperanza Aguirre. ¿Quién le iba a decir a la lideresa madrileña que dejarse llevar por la soberbia y la chulería con dos agentes de movilidad acabaría con sus pies en un juzgado? Si al final acaba siendo condenada no pisará la cárcel pero puede quedar inhabilitada. Además, la elección del cabeza de cartel a la alcaldía de Madrid se va a decidir este otoño, justo cuando Esperanza esté a la espera de ser llamada por el juez. Buena razón para que desde Génova se tache su nombre de la lista.
Curiosamente, la dirección popular va ser estricta en este caso sin recordar que más de la mitad de su cúpula directiva está implicada en el cobro de sobresueldos con origen en la trama Gurtel. Seguramente pensarán que la ciudadanía se ha olvidado de la historia por obra y gracia del silencio de Bárcenas y la lentitud del juez Ruz en la instrucción.
Pero los españoles no se han olvidado del caso ni tampoco de la trama corrupta de los ERE en Andalucía, donde cada vez aparecen más personajillos que se enriquecieron al socaire de la falta de vigilancia de los responsables de la Junta de Andalucía. Cháves, Griñán y Magdalena Álvarez siguen con la espada sobre sus cabezas.
Tal vez todo lo relatado anteriormente y los cientos de casos más que han ocurrido en el devenir de la política nacional lleve al fulgurante éxito de Podemos al que todas las encuestas sitúan como la tercera fuerza política en las próximas elecciones. No porque su programa tenga consistencia, que no la tiene, sino simplemente por hartazgo.
Victoria Lafora