martes, noviembre 26, 2024
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El ‘jueves negro’ en el que Mas empieza a irse

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Nadie en sus cabales, ni siquiera el propio interesado, podría decir que a Artur Mas le ha ido bien desde que, a finales de julio, se entrevistó en La Moncloa con Mariano Rajoy y luego nos convocó a los periodistas en la librería Blanquerna para decirnos que todo lo confía a la Diada de este año, que será, nos aseguró, «espectacular». Desde entonces, el 'caso Pujol' no ha hecho más que agravarse -a lo que el propio Pujol y su mujer, Marta Ferrusola, han contribuido no poco-, la sima entre Convergencia y Esquerra se ha ampliado, Duran i Lleida, el 'socio coligado eternamente', ha anunciado el inminente lanzamiento de su movimiento de centro, Merkel ha soltado otra andanada antiindependentista y las encuestas más serias advierten no menos seriamente al president de la Generalitat de que su barco va hacia la escollera. Mucho de lo que ocurra de aquí a fin de año va a depender del próximo jueves, que yo sostengo que puede ser un 'jueves negro' para el president de la Generalitat. El comienzo de un no tan largo adiós.

¿Cuántas personas acudirán el jueves a la convocatoria de la 'V' en la Diada? ¿Trescientas mil? ¿Cuatrocientas mil? Como siempre, los organizadores darán unas cifras y la Delegación del Gobierno -esperemos que se atreva, en este clima coercitivo, a ofrecerlas-, otras. Pero Cataluña es mucho más que esa 'V' de la 'Victoria', o de 'Votar' que tomará la Gran Vía y la Diagonal barcelonesas. Las encuestas publicadas este domingo decían que solo -y nada menos- el 23 por ciento de los catalanes son abiertamente independentistas, y que más de la mitad cree que la consulta no debe celebrarse si, como es prácticamente seguro, el Tribunal Constitucional la declara fuera de la legalidad. Ya sé, ya sé que las encuestas habitualmente se equivocan, y que una muestra de un par de miles de personas no refleja la realidad de una Comunidad. Pero creo que tampoco una manifestación de cientos de miles, abundantemente convocada por los canales oficiosos, es un espejo fiel de esa realidad, suponiendo que realidades haya solamente una, que es mucho suponer, o que la tal realidad no sea inaprehensible.

En todo caso, lo que ocurra este jueves es el último arma en las manos, que él cree expertas, de Mas. Después convocará, ya veremos en qué términos, la consulta del 9 de noviembre, que sospecho que él ya está intuyendo que puede que no se celebre. Y luego, Pujol irá a declarar, sin preguntas que puedan ser maliciosas, al Parlament. Y los escoceses ganarán, o no -que parece, pese a la última encuesta, que será que no; pero la sociedad escocesa está profundamente dividida- su propio referéndum secesionista, cuyo resultado supongo que irá acompañado de proclamas de Cameron, Merkel, Hollande, Juncker y yo qué sé cuántos más, en contra de la 'fragmentación' de Europa. Y sí, claro, se supone que el silente Rajoy, que el miércoles se estrena en el combate parlamentario contra Pedro Sánchez, también tendrá que decir algo en esa noche del 18 o en la mañana del 19. Espero, por cierto, que el Congreso de los Diputados tenga, este miércoles, la sensibilidad política de hablar algo, o mucho, de lo que ocurrirá en Barcelona el jueves.

Tremenda la responsabilidad de Mas a partir del jueves por la noche, cuando los recuentos de fuerzas ya se hayan hecho, cuando habrán comenzado a elaborarse nuevos sondeos y cuando desde Esquerra lanzarán sus propios mensajes, cada vez más peligrosos para la supervivencia política de Mas. ¿Adelantar elecciones si no hay consulta, y colocarse ya definitivamente en manos de Oriol Junqueras? Menuda estupidez sería esa. Y menudo peligro para la unidad territorial de España o, mejor dicho, para la estabilidad política de Cataluña. Porque, en esta época de rememoraciones históricas y algo histéricas, no faltan voces que, creo que con la mejor voluntad, pero sin acierto, evocan lo que pasó en Cataluña en 1934 con la proclamación del Estat Catalá.

En este marco, no estoy seguro de que la propuesta de un frente de todos los no independentistas contra la idea secesionista, contra la consulta, contra, en el fondo, Artur Mas y sus planes, lanzada por la señora Cospedal hace tres días, sea una buena idea. Atención al frentismo cuando impera el victimismo. Basta con que la propuesta del Partido Popular -que ha rarificado la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en Barcelona, pero sobre la que Rajoy no ha dicho una palabra- haya sido acogida positivamente sólo por la UPyD de Rosa Díez, para darnos cuenta de que la idea de la secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha ha nacido muerta. Pero creo que no está el panorama para lanzar ocurrencias de consensos que no hayan sido consultadas previamente con los socialistas, con IU, con UPyD, con Ciudadanos y hasta con 'Podemos', si posible fuere, valga la redundancia. En estos días, tan delicados, cualquier resbalón puede costarnos, no solamente a la señora Cospedal, una fractura.

Fernando Jáuregui

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