martes, noviembre 26, 2024
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La desaparición de Botín, otra apuesta por el cambio profundo

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Emilio Botín era, sin duda, una de las personalidades más relevantes de España. El mito se remontaba a los tiempos del franquismo, cuando los 'siete grandes' bancos controlaban, se decía, lo que ocurría o no en el país. Luego, 'los siete' se convirtieron en tres (tres y medio, si usted quiere), y los mitos, como Escámez, como los Valls, como Pedro de Toledo o Emilio Ybarra, se desvanecieron por unas razones o por otras. Emilio Botín, saga de banqueros, cántabro por encima de todo -y los cántabros tenemos motivos para llorarle–, fue el único superviviente, el único que ligó la época del pasado con la que significó el reinado de Juan Carlos I. Tras la abdicación del Rey, ya apenas quedaba, como enlace con un pasado ya remoto, el presidente del Banco Santander, el hombre que convirtió a esta entidad en la primera de España y en una de las primeras de Europa, que paseó su 'roja' particular por todo el mundo, que encarnó una buena porción, y muy peculiar por cierto, de la 'marca España'. No ha vivido lo bastante como para participar en la nueva era que se ha abierto ahora bajo el reinado de Felipe VI, aunque bien cierto es que intentó seguir al timón en el puente de mando de tantas cosas.

Los tiempos no pueden ser los que eran. Sospecho que Botín, por cierto gran innovador, lo sabía. Algo tiene que cambiar para que la saga siga igual, pero el panorama bancario español ha comenzado, supongo, una nueva transición. Hacia algo probablemente ni mejor ni peor, pero diferente. Suceda a Don Emilio -así le llaman en 'su' banco- quien le suceda, y no estoy seguro de que necesariamente tenga que ser su hija, que es quien más suena en estos momentos, no podrá reinar en el mundo de la Banca como lo ha hecho este gran profesional, casi un genio, de lo suyo.

Ahora, hablar de bancos más solidarios, más cercanos a la gente, más participativos y que fomenten más la pequeña y mediana empresa, es fácil. Pero seguramente, la gran conversión, que sería la segunda, la que ya han afrontado otros sectores económicos, no será tan sencilla. Pero pienso que habrá que hacerla: la Banca no puede ser un ente aparte respecto del resto de las instituciones, de la ciudadanía. Sospecho que Botín lo sabía, pero no era él, por su edad, por su historia, por sus características, quien podía liderar esta nueva reconversión.

Ahí queda su obra. Quienes hemos nacido en Santander y ya no vivimos allí, pero recorremos con ansia nostálgica la ciudad cada vez que podemos, encontramos la huella de Botín casi a cada paso, incluyendo ese -con perdón_ algo faraónico Centro Botín frente a la bahía. Pero, como sabe quien mínimamente ha viajado, esa huella del Santander está en muchos puntos del mundo, de manera muy especial en América Latina.

La desaparición de los grandes hombres, de quienes han tenido mucho poder o mucha influencia, siempre deja un hueco -que por supuesto siempre acaba llenándose, de una forma u otra–, pero también siempre deja un período de incertidumbre. Es inevitable que ahora se abra uno de esos períodos. Botín deja una huella, también de servicios, que alguien tendrá que seguir, aunque sea para marcar su propio camino.
 

Fernando Jáuregui

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