lunes, septiembre 23, 2024
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La culpa es de Zapatero

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Finalmente, Jean Claude Juncker ha desvelado su propuesta: los nombres y el reparto de carteras de los futuros integrantes de la nueva Comisión Europea que ha de guiar a la castigada Europa en la salida de la crisis. Eso siempre y cuando los apóstoles de la austeridad lo permitan y se sumen al giro de 180 grados que ha dado Mario Draghi, claro.

La cuestión, con todo, es otra: ¿cómo ha quedado España en todo esto? ¿Cómo sale nuestro país de las negociaciones que han dado lugar a esta propuesta de Comisión? Hay dos palabras que lo resumen: fracaso rotundo. Fracaso porque no está a la altura de lo demandado por el Gobierno. Rotundo porque no está a la altura de lo exigible para España.

España pasa de ser un peso pesado a un peso pluma

Que España haya pasado de la Vicepresidencia y Comisaría de Competencia de Joaquín Almunia a la Comisaría de Energía de Miguel Arias Cañete, dependiente a su vez de la Vicepresidencia de Unión Energética de Alenka Bratusek, supone una rebaja de categoría en toda regla, una pérdida de peso político incontestable, un fracaso rotundo. En términos pugilísticos, España pasa de un peso pesado a un peso pluma.

Por tanto, y de ahí el título, he de suponer que la culpa debe ser de Zapatero. Porque la pérdida de peso de España en el Ejecutivo comunitario es, simple y llanamente, un fracaso sin paliativos. Y todos sabemos que todos los fracasos y todos los males de España son culpa de Zapatero. ¿No es así, señor presidente?

Pues no, en absoluto. En realidad, el fracaso solo tiene un nombre: Mariano Rajoy. Porque quien negoció con Juncker el puesto de España no fue Zapatero: fue Rajoy. Y quien paseó, posó y se tomó unos vinos con Angela Merkel por Santiago este verano no fue Zapatero: fue Rajoy. Por tanto, la cartera lograda en la Comisión da precisa cuenta del peso político y el lugar que ocupa en el concierto europeo única y exclusivamente quien la negoció: Mariano Rajoy. Una cartera secundaria para un presidente sin crédito en Europa.

Mariano Rajoy debe explicar a la sociedad española por qué se ha empecinado en convertir a Miguel Arias Cañete en comisario europeo. Y no lo digo por las declaraciones ni por los intereses de este último –de todo ello deberá dar cumplida cuenta en su audiencia ante el Parlamento Europeo–. Lo digo porque su negativa a proponer una mujer, como insistentemente le pedían, le pedíamos, ha impedido a España ocupar el lugar que le correspondía, el que siempre le ha correspondido, en primera línea.

Zapatero salió al ruedo internacional y metió a España en el G-20

Claro que esto se veía venir. Desde que Rajoy es presidente, España no ha dejado de perder poder e influencia en Europa. No solo es la cartera que ocupará los próximos años en el Ejecutivo comunitario. También lo es la pérdida de presencia en el Banco Central Europeo una vez más por el empecinamiento de la misma persona en proponer un nombre inadecuado. Expulsado del Banco Central y relegado en el Ejecutivo: así le ven y así negocia el presidente del Gobierno. Esa es la actual Marca España.

Algunos se consolarán defendiendo que Luis de Guindos será el próximo presidente del Eurogrupo. Largo me lo fiáis: por lo pronto, Jeroen Dijsselbloem ya ha dicho que cumplirá íntegramente su mandato. Y a un año vista y con las elecciones generales en España a la vuelta de la esquina todo apunta a un resultado en línea con los anteriores: un nuevo fracaso.

Un último apunte. Dado que la memoria es frágil –y selectiva–, cuando arreciaba la crisis económica y el sistema financiero internacional amenazaba con derrumbarse llevándose por delante el mundo tal y como lo conocemos, Zapatero salió al ruedo internacional y metió a España en el G-20. Sí, Zapatero. Rajoy no ha podido mantenernos ni en el BCE.

Y seguirán diciendo que la culpa es de Zapatero…

José Blanco

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