miércoles, noviembre 27, 2024
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Brutalidad

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No, el apelativo no es para la muerte alanceada del Toro de la Vega, que también. Brutalidad es que partidarios y detractores de la polémica fiesta de interés cultural se enfrenten a pedradas dejando varios heridos junto al cadáver del animal.

Llama la atención el ahínco de los vecinos en la defensa de una tradición medieval que como el circo romano, unos siglos anterior, debería pasar a la historia en la medida en la que liga diversión con dolor ajeno. No es que a los activistas de los partidos animalistas les mueva únicamente la defensa de los animales y no protesten ante el sufrimiento humano, este argumento no se tiene en pie.

Los jóvenes, que ayer se sentaron en las calles de Tordesillas para impedir que el toro llegara a la campa donde le esperaban los lanceros, forman parte de la sociedad del siglo XXI con unos códigos éticos, unos valores civiles y una educación en el respeto a la naturaleza muy alejados de la Europa del medievo. El hecho de que la fiesta tenga unos orígenes tan ancestrales no justifica por sí mismo que deba mantenerse a pesar de su imagen sangrienta.

Por otro lado un bien de interés cultural es aquel que representa las costumbres y la cultura de un país. Pese al respeto de la UE ante la citada calificación de la fiesta de Tordesillas, hay un enorme sector de la sociedad española que rechaza verse representada por un espectáculo que tachan de salvaje y que el martes causó un importante número de heridos además de la indigna muerte del animal.

El rendimiento económico que la susodicha fiesta tiene sobre las arcas de Tordesillas tampoco justifica la defensa a pedradas de la misma, pues también generaba ingresos la diversión de arrojar una cabra desde el campanario de la iglesia y la localidad donde se celebraba  se quedó sin ellos.

La proximidad de las elecciones municipales y autonómicas hace inviable que los partidos políticos se plateen una reflexión sobre las condiciones de dignidad y ética que debe reunir una fiesta popular para ser calificada de bien cultural. El interés partidista y electoral aleja la posibilidad de ningún cambio en la normativa y mucho menos la pretensión de prohibir un festejo que se defiende incluso con violencia.

Los defensores de la fiesta deberían darle una vuelta a las imágenes que ayer dieron todas las televisiones: lanceros a pie y a caballo junto a un toro que agoniza mientras la ambulancia se llevaba a una joven sangrando por la boca. ¿Realmente les gusta esa imagen como representación de su localidad? ¿En qué siglo de la oscura Edad Media se quedaron ancladas sus convicciones sobre el sufrimiento como acicate para la diversión?

   Es evidente que queda todavía mucho camino por recorrer para que este país se incorpore a la modernidad y a esa tarea estamos llamados todos desde el respeto y sin violencia.

Victoria Lafora

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