miércoles, noviembre 27, 2024
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El Punto G ya no existe

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– ¿Ya, Pepe?

– Sí, me he quedado en la gloria

– ¿Y yo? ¿Qué pasa conmigo? ¡Qué yo no he acabado!

¡Para qué voy a seguir si he leído que unos investigadores han descubierto que todo es una mentira y que nunca ha existido el Punto G! Ya me parecía a mí raro! Me voy a dormir. Hala, buenas noches, cari…

La misma cara que debía tener Mari en ese momento se me quedó a mí cuando mi amigo Pepe me contó anoche, apoyados en la barra de bar, cómo había sido el coito más rápido de todos sus años de vida sexual.

¿Tú sabes la cantidad de energía que hemos perdido los hombres de todo el mundo durante años con todos los miembros de nuestro cuerpo capaces de abrirse camino por ahí... Con todos los objetos, frutas y verduras con forma fálica que hemos utilizado para dar placer para que ahora nos digan que no ha servido para nada?– me argumentaba Pepe mientras yo intentaba tragar la cerveza sin escupirla en plan aspersor.

– Si a mí me da pena por ella –proseguía–. ¡Qué yo la he animado a que se tocara! ¿Y para qué? Esto es como lo del aceite de oliva, que hace años nos decían que era lo peor y ahora es el secreto de la dieta mediterránea…

Y se quedó tan ancho. Es lo que tiene leer solo los titulares. Efectivamente el Punto G ya no existe, ahora se llama Zona CUV… Abro Internet en el móvil, busco la revista Nature Urology –nunca salgo de casa sin ella– y le leo:

“Investigadores italianos de las universidades de L’Aquila y Tor Vergara –esto suena a anuncio de dentífrico– desmienten absolutamente la existencia de un punto concreto dentro del cuerpo femenino que sea el centro del placer sexual. Los investigadores dibujan ahora un mapa íntimo bautizado Zona CUV –formado por el clítoris, la vagina y la uretra–, que incluye tejidos, músculos, glándulas y útero”.

–¿Osea, que no solo hay un punto sino que hay un todo?– me pregunta el cateto de Pepe como si estuviera hablando de la inmensidad del universo. –¿Y cómo con lo grande que es tanta zona sensible nos cuesta tanto que lleguen al orgasmo?, insiste.

A partir de ese momento, durante unos minutos que parecen horas, da la sensación de que Pepe se ha transformado en un personaje de la serie ‘Érase una vez el ser humano’ y, a bordo de su nave, va revisando todo el espacio íntimo de Mari, señalando con un puntero láser sus zonas sensibles mientras asiente con la cabeza dando la razón a los investigadores italianos. De repente, cambia de cara y suelta…

Del punto G masculino no dicen nada. ¿Seguimos teniéndolo en el culo?

El conde crápula

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