miércoles, noviembre 27, 2024
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La hora de los gestos

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Decía Leonardo da Vinci que «donde se grita no hay verdadero conocimiento». Una de las diferencias entre Escocia y Cataluña, entre Escocia y España, es que aquí gritamos todos y casi nadie escucha. Tal vez por eso, perseguimos el conocimiento, pero éste siempre corre más que nosotros y no lo alcanzamos. Se grita en la calle, en los campos de fútbol, en las televisiones o en la política. Lo importante es que tu voz se escuche más alto que las de los demás, que tape las restantes voces, aunque no haya nada que decir. Donde se grita no solo no hay conocimiento, es imposible el diálogo. A algunos a les interesa que se grite, porque no buscan el acuerdo ni la solución mejor para todos, sino la defensa de intereses particulares. El bien común es un concepto que algunos han abandonado en el camino o que han utilizado en beneficio personal. El caso de Jordi Pujol es paradigmático. Pero los políticos siguen pensando que la vida se decide en sus despachos -con casi ninguna transparencia- y no se enteran de que «la vida social es convivencia», como decía Ortega.

Tras la victoria del no en Escocia, no se cierra el camino del independentismo ni en Europa ni en España. El caso catalán sigue abierto y Artur Mas firmará en cualquier momento la ley de convocatoria del referéndum secesionista -consciente tanto de que no se celebrará como de su ilegalidad- y el Gobierno se apresta -como es su obligación- a impedir que se viole la Constitución que Artur Más prometió defender. Entre el empecinamiento y la ley, el problema va a enquistarse y la fractura social va a crecer. Aunque el referéndum no se produzca, la división de la sociedad catalana tendrá un grave coste social –a lo que hay que añadir la frustración de los que creyeron en esa posibilidad- y la relación entre Cataluña y España, entre catalanes y españoles, tampoco será la misma.

Por eso, hacen falta gestos. Los que, durante años alentaron el progreso del nacionalismo y miraron hacia otro lado en el enriquecimiento ilícito de unos pocos a costa de todos los ciudadanos, deberían pedir perdón. El presidente catalán debería rectificar, plantearse su dimisión y reconocer su error ante el pueblo catalán. No se puede gobernar en el vacío y la ilegalidad ni llevar irresponsablemente a los gobernados hacia el abismo. El presidente del Gobierno español debería hacer un gesto inteligente, reflexivo, responsable hacia Cataluña y sus ciudadanos. Ahora mismo. El diálogo es posible en el mismo momento en que se de marcha atrás en la convocatoria del referéndum. En las situaciones límite, todos arriesgamos más. Ésta es, sin duda, una de ellas y es en estos casos cuando se ve la altura de los hombres o su bajeza, su inmoralidad o su conciencia ética.

Francisco Muro de Iscar

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