El nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en su artículo de este lunes en «El País», resume bastante bien la acertada idea de una reforma pactada de la Constitución española para resolver el crucial problema del encaje de Cataluña en España, muy pocos días después del referéndum escocés. Recomiendo su lectura a todos los interesados en la cuestión. Se trataría, como es bien sabido, de una reforma que introdujera en este país el federalismo como sistema de organización territorial, sistema muy alejado de las dos propuestas extremas que se han venido manejando y que son la secesión y la continuación eterna del actual estatus autonómico. Justamente lo que Escocia va a tener, tras el no del referéndum, extensible seguramente a las demás naciones que componen el Reino Unido. Escocia y Cataluña son dos casos muy diferentes, pero el camino de solución puede ser el mismo o muy parecido. Con una ventaja en la propuesta del PSOE y es que no se pone en riesgo la integridad territorial de un Estado con muchos siglos de existencia y que la solución llegaría por consenso generalizado.
Porque no considero viable ni conveniente que el encaje de Cataluña derive en una «solución» consistente en aplicar la exclusiva voluntad de una de las partes del conflicto por encima de todas las demás, que son el resto de España. No entiendo dónde se respeta la democracia en soluciones decididas por la décima o la octava parte del total de los españoles. Eso sería algo inaceptable, a parte de dolorosísimo, para el conjunto de los españoles, a excepción de la parte de los catalanes defensores de la independencia. Y mucho más doloroso para quienes, como es mi caso, hemos pasado muchos años cuidando y mimando a Cataluña, como a las demás nacionalidades y regiones, para el respeto a sus personalidades, culturas y lenguas.
Escribí una vez y repito hoy que muchos de mis mejores amigos estaban y están en Cataluña y que siempre admiré y respeté sus grandes señas de identidad. Me remonto, por ejemplo, nada menos que a aquel mítico recital de Raimon en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, en los albores del posfranquismo. Allí estuvimos miles de entusiastas de Cataluña y su ser democrático, con Raimon, que no era ni es independentista.
Pedro Calvo Hernando