Antaño, cuando España existía, una de las pruebas de fuego del escolar eran los gentilicios. Noción gramatical e identitaria a un tiempo, el gentilicio le daba un margen linguístico aceptable a las diferencias comarcales, hoy tan amenazantes. No había susto ni voluntad de exclusión, y el niño ponía los ojos como platos cuando se enteraba que en Calatayud, los naturales obedecían al aberrante nombre de bilbilitanos. No era la única ciudad azotada por la lengua. Ilicitano es la peligroso denominación que se da a las gentes de Elche. Ciudad mediana con equipo de fútbol en primera división, que por tanto pasa el corte de lo ignoto a lo conocido. La provincia Española visitando el Bernabéu. En la previa, los representantes del club ilicitano dijeron con franqueza que se conformaban con una derrota honrosa. Y así fue. En el escaparate de la castellana, es suficiente con que el equipo que será sacrificado luzca 20 minutos, para que en el telediario hablen con condescendencia de él. Y en eso se afanó el Elche. Saltó al teatro del Bernabéu con ganas y un par de trucos bien aprendidos, hasta que el madrid le desvistió elevando el volumen del encuentro y a partir de ahí, ya no fue nada. Ni hubo violencia, ni llanto, ni crujir de dientes. El inferior agachó la cabeza esperando la clemencia.
Pero al otro lado estaba Cristiano
Por parte madridista los primeros 20 minutos fueron una representación. Como es Anchelotti el que dirige, se podría decir que la maquinaria es morosa y tarda en ponerse a punto. Había una apariencia de buen juego, una simulación que a estos jugadores les sale muy bien. El dibujo era un tanto amorfo, excepto cuando se replegaba que era claramente un 4-4-2. En ataque Isco se desparramaba por la izquierda en alegre diálogo con Marcelo, Kroos andaba por el mediocentro e Illarra se escoraba hacia la derecha dándole un equilibrio obvio al sistema. James algo más adelantado que Illarra estaba clavado como una mariposa tuerta a la zona que hasta hace nada era de Bale. Y Cristiano y el Galés aparecían y desaparecían por cualquier lugar del ataque sin olvidar que uno de los dos debía rondar el área. Parecía una buena idea pero faltaba ese segundo de rapidez en el gesto que denota cuando el partido va en serio. Dos pases antes del gol, la jugada se quedaba colgada y los Ilicitanos iniciaban unos contraatques rapidísimos y muy eficaces. Con dos palos y una línea recta alcanzaban el área de Navas que los vio llegar 3 veces en 15 minutos. Uno fue por la banda de Marcelo, que cuando es sobrepasado convierte la transición defensiva en un esperpento. En este caso cazó a su presa en el pico del área y estuvo cerca de hacer penalty o de llevarse la roja. Esos espacios que no termina de erradicar Anchelotti, ahora surgen a la espalda de los centrales (ya no a la espalda del mediocentro). Eso es muy pinturero ya que los delanteros rivales -normalmente un mestizo que ventila antiguos odios contra la metrópoli- se quedan en un pestañeo en soledad, con el portero por delante y con todo el madrid persiguiéndolos por detrás. Gran alarma entre los ciudadanos de buena voluntad y exclamaciones de horror de los comentaristas. Ese Madrid, buque sólo de ida y con la defensa adelantada, es uno de los atavismos de los que no se escapa en el Bernabéu. Y es una de las razones de que sólo los centrales rápidos sobrevivan en este club.
El Real seguía ensimismado en sus cuitas milenarias y al final cayó un gol en su contra. Fue un penalty extraño, con la pelota rebotando un par de veces en el área para pasmo de Navas, que debió pensar en algo así como una maldición. Cristiano intentó quitársela de encima y un contrario se le adelantó. Fue golpeado, cayó al suelo y el árbitro pitó.
En una jugada cualquiera, sin aviso previo, sin que se pudiera decir que el juego del madrid había mejorado; James centró desde la derecha y Bale apareció fugazmente para interrogar al portero con su testarazo. ¿Era parable? En muchos tantos de Bale uno se hace esta pregunta, pero con el galés primero nos sorprende el gol y más tarde nos llega el chasquido de la red. En ese desfase está su poder que no parece que se pueda neutralizar con los arsenales existentes en Europa. Después del gol a los madridistas se les olvidó la pereza. Entraron en la escena por el lado de Isco, que irradió juego durante la primera parte inclinando el campo hacia la izquierda, y en una jugada en la que él y Marcelo dieron varias vueltas sobre el mismo punto, la autoridad le pitó un penalty a favor del Madrid que no es posible saber si ocurrió. Cayó el brasileño, es cierto, pero la tecnología no aclara nada. Habrá que esperar unos años para saber la verdad. Cristiano ejecutó la pena sin misericordia, un tanto exasperado -quién sabe porqué- y se reivindicó delante de su nación; un pueblo enorme que anda desperdigado por los extrarradios del mundo.
Había empezado el Madrid a caer sobre el equipo contrario de una forma distinta a los días precedente. No estaba Karim y el juego adolecía de la amplitud que él le da. La media punta era un espacio sin recorrer y, lo que allí pasa estaba escorado hacia la zona de Isco, Marcelo y Cristiano, que se acercaba a la fiesta, para luego irse al centro mismo desde donde exhibe su don. Y así una comba muy afinada del brasileño dio con la cabeza de Ronaldo que se había levantado dos metros y medio sobre el nivel del mar. La clavó en la esquina previo bote y le gritó al mundo su alegría. Tal como Ramos irrumpe en los salones del área cuando remata de cabeza, el portugués se eleva sobre sí mismo y conecta el cabezazo en la caída.
Hubo portero y por tanto los jugadores actuaron como si no existiese. Sin psicodramas absurdos. Hay una jugada en la primera parte que da la vuelta al mundo, pasa por Marcelo, Isco y Cristiano; y acaba en el otro lado, con James que se la pasa en bandeja a Kroos. El alemán la empalma duro y el portero se luce en la estirada. Todo es tenso, rápido y viril. Es un fútbol instantáneo y sin miramientos, que sin embargo tiene un engarce meticuloso. Esto nace del espíritu de Cristiano que es un paisaje en movimiento. Bale quizás sea incluso más mortífero, pero la huella que deja en los partidos empieza a ser casi inexistente. Está y no está, es una sombra que se hace carne con el gol. Y quizás deba acaparar más foco, aunque sólo sea para que el espectador se concentre en su deliciosa manera de moverse con el balón.
Se pueden decir otras cosas de la primera parte como que Kroos perdió un par de balones peligrosos, o que Illarra cuando se centró cerró los espacios a los atacantes del Elche. Después hubo una segunda parte en la que no pasó nada durante la primera media hora. El Madrid parece que está aprendiendo a domar su energía porque las puertas estaban selladas. Isco intentó casi todas las cosas que llevaba tiempo imaginando y no le salió ninguna. Estuvo en ese tiempo barroco de más, y dejó detalles para la grada, que no parece que la grada agradezca mucho porque esta es la hora de Cristiano. Eso que se vio en la última llegada. Una carrera abierta de Bale, y ese rastro de cuando se encuentra con Ronaldo. Una jugada-río con el portugués sajando por el centro el campo rival y metiéndola en la esquina procedente. Así acabó el asunto. Todavía con la velocidad pintada en la cara del niño portugués.
Real Madrid, 5-Elche, 1
Real Madrid: Navas; Carvajal (Arbeloa, m. 65), Varane, Ramos (Nacho, m. 82), Marcelo; James (Chicharito, m. 77), Kroos, Illarramendi, Isco; Bale y Cristiano. No utilizados: Modric, Casillas, Coentrão, Benzema.
Elche: Herrera; Cisma, Lombán, Pelegrín, Albácar; Mosquera, Adrián (Pasalic, m. 67); Rodrígues (Cristian Herrera, m. 78), Víctor Rodríguez, Coro (Fajr, m. 61); y Jonathas. No utilizados: Tyton, Damián, Roco, José Ángel.
Goles: 0-1. M. 14. Albácar (p). 1-1. M. 19. Bale. 2-1. M. 27. Cristiano (p). 3-1. M. 31. Cristiano. 4-1. M. 80. Cristiano (p). 5-1. m. 92. Cristiano.
Árbitro: Carlos Clos Gómez. Amonestó a Carvajal, Marcelo y Albácar.
Santiago Bernabéu, unos 63.500 espectadores.
Ángel del Riego