Hay un tipo de corrupción política particularmente letal para las naciones: el de la incompetencia. No sólo se roba al común apoderándose por la patilla de lo que al común pertenece mediante las mil y una modalidades que buena parte de nuestros políticos han venido practicando, sino que se roba también cobrando un dineral por un trabajo que no se sabe hacer y que, en consecuencia, se hace mal o no se hace. A este tipo de corrupción, tolerada y hasta bien vista por las leyes que los propios políticos incompetentes promulgan, pertenecería la acción, la inacción más bien, del actual Gobierno, que está alcanzando su cima, si es que en ésto de la menesterosidad política hay cimas, en el manejo del asunto catalán, esto es, del movimiento independentista de Catalunya.
Se roba también cobrando un dineral por un trabajo que no se sabe hacer
Rajoy, un hombre probablemente astuto y maniobrero, un hombre de partido, ni está en la política ni se le espera, lo que, teniendo en cuenta que cobra como presidente de un Gobierno que hace lo que le da la gana merced a la mayoría absolutísima que se lo permite, no deja de ser dramático para un país, España, agobiado por una porción de problemas políticos cronificados y endémicos que requerirían de gente con lucidez, vocación, calidad, oficio y ánimo para, siquiera, enfrentarse a ellos. Rajoy está en las antípodas, por formación y carácter, de eso, de suerte que cuando se topa con algún conflicto, es decir, cuando no ha podido eludirlo y se da de bruces con él, recurre a lo único que, en puridad, sabe hacer, pues constituye la esencia de su astucia: nada. Lamentablemente, su incompetencia política no repercute en su cuenta, sino que nos arrastra a todos y arrastra al país.
El de la amenaza de secesión de Catalunya, divorcio de la España que Rajoy representa más bien, es un pedazo de problema político, de modo que su solución sólo puede ser política, entendiendo ésta no como el ruin oficio de comisionistas, haraganes y logreros en que la han convertido, sino como el arte de la paz, la convivencia, la negociación y el diálogo. Rajoy no sabe, la política le bloquea y contraría porque desborda sus cualidades y sus conocimientos, y trata el transcendente asunto como si fuera una cuestión de orden público. La corrupción dineraria nos robó el presente, y la de la incompetencia política podría dejarnos sin futuro.
Rafael Torres