sábado, noviembre 23, 2024
- Publicidad -

Época

No te pierdas...

Decía Estévez que no hay objetivo tras la Décima, y que algunos lo disimulan tras una fachada de impostada indignación. Parece a veces que el Madrid se ha convertido en un pedazo de Europa, que yace entre partido y partido envuelto en una cháchara insustancial, para sacar en la Champions el instinto depredador, cazar la pieza y agitarla con desgana ante las masas. Europa es absurdamente democrática y para llegar a ello hubo que convertir todo lo sagrado en simulacro. Una desacralización del fútbol que comenzó en el momento en que se decidió apartar la violencia de lo cotidiano. Quizás le salve al Real su fatalidad aristocrática, su ausencia de moral, la frontalidad de su deseo, tan obsceno, de trascender a través de la victoria. Pero después de Lisboa, ni siquiera queda eso. Otra vez Europa y su decadencia, explicada en los suplementos culturales como si se tratara de otro continente. En ese irse parando hacia la desembocadura, el desequilibrio que se grita en las radios es una buena noticia. Un Madrid desequilibrado por la gracia del presidente, que quiere artistas de salón donde otros ponen perros de presa, es una manera de poner al juego y al deseo por encima del miedo.

El Real jugaba en Bulgaria, contra un equipo con pinta de ochentero y en un estadio lleno de gente que esperaba con ilusión el milagro, o la goleada. Saltó lánguido y genialoide, sin ganas para el trabajo y acelerando las posesiones como si quisiera quitárselas de encima y dedicarse sólo a contar los goles. Siendo esto irritante para el espectador, que lo que ve es un conjunto de seres humanos corriendo de aquí para allá como si un gigante pisara el hormiguero donde viven; siempre es mejor que esos equipos mecanizados que convierten el amor en una sucesión de envíos postales. En el Madrid se inflama la electricidad cada vez de una forma diferente y los jugadores tienen que estar atentos para descodificar el momento y hacerlo lenguaje. Eso que borda Benzemá que hoy estaba en la reserva. Sin su esplendor en la media punta, los envíos tensos de Ramos volaban hacia Cristiano que chocaba y perdía balones peligrosos en la vuelta hacia la portería madridista. Los búlgaros se montaron una fiesta a la espalda de Marcelo (todos estáis invitados) y en la primera, provocaron un córner que tal y como están las cosas en la portería, supone un 33 por ciento de posibilidades de gol. Alguien la peinó en el primer palo, Casillas se quedó petrificado como si fuera la primera vez, y un búlgaro marcó un gol idéntico al del Buitre contra Dinamarca. Era el minuto seis. La goleada todavía en el horizonte. Queda tiempo.

La siguiente jugada es instantánea; Cristiano se la deja de tacón a Bale, que la cruza demasiado. Los búlgaros eran intensos pero parecían absorber el desorden del Madrid y defendían de forma extraña. Sin un patrón claro. El Madrid bombardeaba balones desde cualquier lado hasta que Isco dijo basta. Al primero que tocó, le quitó las prisas y comenzó una jugada que se fue embarullando hasta que un rebote le cayó cerca a Chicharito, se adueñó de él y lo derribaron. Penalti. Cristiano lo tiró a medias y no fue gol. Al momento, Isco vuelve a dominar un balón en su zona y le filtra un pase a Ronaldo que marca un gol de los suyos; al segundo palo con un remate psicótico. Se lo anulan erróneamente. No hay problema. Volverá a la carga.

El partido seguía destemplado, con Modric muy tieso, Illarra pasando la mopa y Ramos ejerciendo de absurdo mediocentro en funciones. Isco estaba ya vestido con su traje de volantes y volvió a regalarle un balón interior a Ronaldo, en el mismo sitio que los dos anteriores. Cristiano gira sobre sí mismo y busca un obstáculo con el que imagina tropezar. El árbitro es condescendiente con el capricho del divo y vuelve a pitar penalti. Esta vez Ronaldo no falla y celebra el tanto como si fuera el último sobre la faz de la tierra. La grada ya tiene un motivo para odiarle. A pesar de su mal juego (en teoría, porque no es fácil medir eso), al Madrid se le caían las oportunidades de los bolsillos. Marcelo centra y Chicharito remata sin picante. Chicharito roba y se la pone a Cristiano al que el balón esquiva por milímetros. Isco y Marcelo burlan a la zaga búlgara y al mexicano se le vuelve a escapar ese gol que alimente su hambre. Según se acercaba el fin de la primera parte, el Madrid metía más revoluciones a su juego, y hubo oportunidades pero no sonó el gol. Había algo atrancado en el partido. Ya se sabía que sería Benzemá el elegido, pero Anchelotti esperó hasta el tercer acto.

Hubo palabras del italiano en el vestuario, porque el juego atrabiliario del Madrid mutó en la segunda parte. Las aguas se amansaron y las posesiones comenzaron a tener una coherencia de la que antes carecían. Isco y Marcelo se habían adueñado de la función, y Bale, que había penado contra la banda derecha, se acercaba por allí a ver qué pasaba. En la primera jugada larga, hilvanada a la manera de este equipo, sin la rectitud de kroos y con los vaivenes de Isco, Cristiano desperdició un remate que en vez de ir perpendicular, fue paralelo a la portería. El partido se normaliza y aún así hay una llegada del equipo rival desbaratada por Casillas en una estirada del montón pero que cotiza para cuando le llegue la jubilación. En el plano siguiente, Bale cabalga una contra y por fin lo vemos como animal en libertad y, desatando la curvatura exacta de su zurda hacia Cristiano, que pausa para que Isco le desdoble y meta el pase de la muerte (gritan todos) hacia Chicharito, depredador del área, que sólo tiene que empujarla.

Pues el chico se hace un lío y el balón sale despedido hacia el único sitio que no es la portería. Esa oportunidad fallada pone nervioso al Real, y Bale decide acceder a los mandos. Coge el balón y se va haciendo remolinos y empieza y termina jugadas en las que pierde el balón y se lo vuelve a encontrar de cara gracias a su milagrosa velocidad. Pero no está entero ahora. Le falta la última iluminación, la que determina e final de la jugada. Y todo se pierde.

Karim entra al césped como lo hacían las estrellas en el momento cumbre de los westerns antiguos. Todos sabían a qué venía y daba igual. Se hizo el orden a su alrededor y en su segunda jugada, encontró el gol en aguas de delantero centro a pase de Marcelo. Fue tan fácil que dio un poco la risa. Surgió una duda al final con la entrada de James. No tiene la retórica de Isco pero su hechizo es mayor. Es difícil de explicar. Las pelotas que se juega, tienen más peso. Estuvo en el gol, y también en la mejor jugada del partido, con un requiebro de Marcelo y un paseo de Karim por el final del campo. Toma, le dijo a Kroos, que todavía no está tan dentro como para marcar.

En el final, penaltis y fueras de juego inexistentes pitados a favor del Madrid. Un regalo para el espectador búlgaro que va a tener unas semanas para mascar su descontento.

LUDOGORETS, 1-R. MADRID, 2

Ludogorets: Stojanov; Caiçara, Moti, A. Aleksandrov, Minev; Dyakov, Marcelinho (Wanderson, m. 70), Espinho (Anicet, m. 82); Abalo, Bejzak y M. Aleksandrov (Misidjan, m. 82). No utilizados: Borjan (p), Angulo, Zlatinski y Hamza Younes.

Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Varane, Ramos, Marcelo; Bale, Modric (Kroos, m. 73), Illarramendi, Isco (James, m. 76); Chicharito (Benzema, m. 67) y Cristiano. No utilizados: Navas (p), Nacho, Pepe y Carvajal.

Goles: 1-0. M. 6. Marcelinho. 1-1. M. 24. Cristiano, de penalti. 1-2. M. 77. Benzema.

Árbitro: Craig Thomson (Escocia). Amonestó a los locales Minev, Dyakov, Abalo, Espinho y Anicet, y al visitante Ramos.

Estadio Nacional de Sofía. Unos 43.000 espectadores.

Ángel del Riego

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -