Dicen que tras una gran tormenta llega la calma, y eso es exactamente lo que ha ocurrido con el debate del referéndum de Escocia, cuya intensidad se ha bajado como un «soufflé» en los últimos días.
Convengamos, que el pretexto escocés ha servido durante las últimas semanas y meses para que los nacionalistas independentistas en España se hayan venido arriba y hayan hecho toda clase de comparaciones, cábalas y reivindicaciones con el modelo escocés aprovechando la celebración del referéndum en Escocia.
Incluso algunos de los dirigentes nacionalistas vascos y catalanes de diferentes signos políticos e ideologías se unieron para el evento. Se fueron de excursión a aquellas tierras el día de la famosa consulta para acompañar a sus homónimos escoceses en esa jornada, y a la postre dejarles sus hombros para el consuelo de las lágrimas derramadas, por la derrota de los independentistas escoceses la noche electoral.
Para los nacionalistas de nuestra casa, hay que reconocer que cualquier resultado les venía bien, ya que como se suele decir, todo es bueno para el convento nacionalista. Porque si bien es más que sabido que por supuesto querían el triunfo de los partidarios del «SI» a la independencia. Visto el resultado final se conformarían para su discurso con lo que Cameron ha dado a los escoceses, que no es nada más ni nada menos, que el derecho a decidir. Colocando el Primer Ministro británico, con una irresponsabilidad supina, en riesgo al actual Reino Unido, y llevando una convulsión interna a muchos países de la Unión Europea donde existen conflictos con los nacionalistas independentistas en esos paises.
Sin duda Cameron comenzó a ver las orejas al lobo cuando vió las encuestas de las últimas semanas, y tuvo que ir al terreno de juego acompañado por los lideres de los otros partidos mayoritarios británicos, a quienes tuvo que pedir sopitas, para solucionar el desaguisado que había cometido convocando el referéndum escocés. Seguro en un principio de tener una abrumadora mayoría de rechazo al mismo, y que estuvo a punto de escapársele de las manos.
Por supuesto que las comparaciones son odiosas y que no hay comparación histórica posible entre, por un lado, el caso escocés y el vasco y catalán por otro.
Sólo hay que recordar como Escocia fue hace varios siglos independiente del resto de la Gran Bretaña, con sus propios reyes, religión diferente de los ingleses y sus fronteras delimitadas. Todo ello en las antípodas con las reivindicaciones nacionalistas en Euskadi y Cataluña, siempre dentro del Reino de España y su particular «historia» nacionalista recreada en el mito y en la falsedad de reiventar la Historia, tan frecuente entre las huestes secesionistas de nuestro país.
Pero ahora el acento hay que ponerlo en la situación que ha quedado en estos momentos el Reino Unido que vuelve a ser «Reunido». Tras la decisión mayoritaria de los escoceses de seguir compartiendo con ingleses, galeses y norirlandeses la misma Nación.
Los actuales gobernantes británicos son conscientes de que tendrán que remodelar inmediatamemente el actual marco político del país, y para comenzar, darles más autonomía a los escoceses, pero a continuación se abre un inquietante periodo de reflexión sobre la pertenencia del país dentro de la Unión Europea. Ya que el ascenso de los euroescépticos y la cercanía de las elecciones generales en el Reino Unido pueden derivar en la convocatoria de otro refereréndum sobre la posible continuidad de los británicos en esa Unión Europea.
Seria toda una paradoja ver que los escoces con su rechazo a la independencia con la victoria del «NO» en el referéndum hayan apostado en permanecer dentro de la Unión Europea, y que otro referéndum en poco tiempo después les pueda sacar de la misma Unión Europea.
Y visto como le ha cogido el gusto a los referéndums el señor Cameron, todo es posible.
Carlos Iturgaiz