domingo, septiembre 22, 2024
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Arte povera

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Nos hicimos la ilusión de que la coda de la crisis era el desplomarse del deporte español. Hubo burbuja, brillo absurdo y metal dorado en cantidades industriales. Fue el horizonte de un país que se volcó hacia lo trivial mientras se descosía por dentro. El enanismo y la falsa modestia de los integrantes de la selección, los hacía presa fácil para el cuento moral. De esta forma, el éxito se hacía aceptable para el ciudadano medio que sentía un delirio empático por los chicos sanos, buenos y nobles que dirigía con tino Del Bosque. El español, sueña con millonarios que quieren ganar y conquistar el mundo, pero a diferencia del anglosajón, se miente a sí mismo y cree ser de la misma raza que los elegidos. Pone el acento en el compañerismo, son como tú y como yo, y así no segrega ni envidia ni desprecio y  pasa a formar parte de un imaginario en el que todos tienen el mismo corte de pelo.

Pero no. La crisis no terminaba con una generación de magníficos deportistas estrellándose contra sus propios gestos, miles de veces repetidos. En las alturas habían diseñado otro giro en los acontecimientos. Era la peste, y antes de saltar de los televisores a las salas de estar, ya se había convertido en la cháchara fundamental de la nación. El combinado nacional competía en Eslovaquia y nadie parecía estar interesado en el asunto. El juego volvía a encajonarse en su cuadrilátero, asustado bajo la amenaza de la realidad.

El juego de la selección comprime la imaginación del espectador, que debe prepararse para una sesión minuciosa de Arte Póvera. Si uno viene de ver un partido del Madrid, con sus líneas abiertas y sus praderas inclinadas, ver a la roja lo encierra en un cuarto donde todos los muebles deben encajar como si fuera una partida de Tetris. Y no. Ya no encajan. Xavi era el elemento que contenía el concepto. La pelota es nuestra y él nunca la perdía. Sin él, las piezas tienen bordes rugosos y andan desordenadas la mayor parte del tiempo. Sin él, jugadores como Alba o Cazorla o Pedro, se convierten en seres humanos normales que intentan sobrevivir en una selva contra rivales con el doble de peso. Y estaba Xabi, que contenía el tinglado y le daba vuelo a la posesión con sus pases interiores. Una vez fuera, Busquets tiene el doble de trabajo y lo solventa la mitad de bien. Es una araña que no sobrevive fuera de un tipo de tela muy concreta.

El primer balón ya buscó a Iniesta y lo encontró en su lugar pero desasistido por sus compañeros. Todos estaban lejos, como en el fútbol normal, y el entrenador todavía no les ha dicho que la fiesta ha terminado. Seguía rulando la pelota, cansada,como en una fiesta donde la música ya no suena (y era el principio). El espectado contempla atónito que el balón ya no está imantado. Piqué resopla. Todo le cuesta. Alba es tan liviano que mueve a compasión. ¿Nadie se había dado cuenta? No hay razón sobre el campo, una indefinición que para España es el desastre. La presión es un simulacro, sin el orden de xavi los jugadores son de papel. Los contrarios (qué más da su nombre?) se adentran en territorio español por la banda ridícula de Alba y fusilan a Casillas que mete una mano enfermiza antes del gol. Otra parada tísica que resuelve un error anterior de colocación. Pero es una parada incompleta, que hace flaquear a la zaga española. Una parte de esa pelota se metió dentro. Los comentaristas aúllan como si quisieran darse ánimos. Y España junta ligeramente sus piezas. Nace un conato de juego articulado en la cabezonería de Diego Costa. La ley vieja no permite el trallazo. Hay una falta contra España en uno de esos contraataques y le disparan a Casillas desde lejos, por  el centro, con el balón botando y a una velocidad intermedia.

Iker se troncha por el medio como una rama vieja y el balón pasa por el agujero que tiene el estómago.

Los comentaristas le echan la culpa al peso del aire, que no es el adecuado en los paises que anduvieron bajo el telón de acero. Siempre nos marcan el gol cuando mejor estábamos jugando. La vieja que se santigua al paso del caballo negro. Esa forma de mirar hacia los lados que tiene el jugador educado en la masía fue vanguardia. Ahora todos lo conocen, todos lo mastican. Llega un vaho de lo que fue, y la selección se junta entorno a Silva, pero le sigue faltando un tajo a esa danza de las inmediaciones. Diego Costa parece reprimido en sus instintos y apenas rompe al espacio. Recibe de espaldas, pero eso es nada porque nadie amenaza por él y las paredes en el área se las lleva el viento, como las buenas intenciones. Hay un talento vacío, puro manierismo. Demasiado tacón cuando los enemigos aguardan en el quicio mismo de la puerta. Cuando a Iniesta le rebanan el balón, se vuelve niño. Cesc necesita más campo, la selección lo comprime y no tiene un ariete que le de vuelo a ese monólogo sórdido. Sin Xavi, se prueba con los centros al área, la pedrea. Una jugada entre Cesc, Silva e Iniesta, al que lo encuentran en una zona íntima del área y es castrado por la defensa. El balón muere muy quieto junto al portero y es absurdo y es maravilloso, pero es estéril.

Los momentos de España se rompen con una cabalgada rival o un balón lejano que descose el campo de punta a cabo. Un rato grande en el que el balón no tiene dueño conocido, pero los espacios tampoco trajeron ocasiones. Y una larga posesión sin disparo, triste como la elocuencia de un sordomudo. Silva, Iniesta y Busquets, jugadores que vivieron una felicidad plena y que echan de menos su jardín particular. Del Bosque sigue tranquilo. Es la tierra que absorbe el agua de la tormenta; y también, pesado y lento como un tractor boca arriba. Y en esto sale Paco Alcácer. Se desmarca entre las sombras eslovacas y a pase de Alba, define justo, sin retórica. No todo es sombra. España se había olvidado de la prudencia y jugaba sin defensas y con medios de juguete. Los eslovacos vuelven a entrar por la banda de Jordi Alba. El balón sobrevuela a Casillas y llega un rival perseguido por Cazorla, que no tenía muy claro que hacía allí. Fue la foto finish del encuentro.

ESLOVAQUIA, 2; ESPAÑA, 1
Eslovaquia: Kozacik; Pekarík, Skrtel, Durica, Hubocan; Pecovsky, Gyomber, Kucka (Kiss, m. 84); Mak (Stoch, m. 61), Hamsik y Weiss (Duris, m. 54). No utilizados: Mucha, Guédé, Sabo, Novota, Nemec, Michalik, Sestak, Jakubko.
España: Casillas; Juanfran (Cazorla, m. 81), Piqué, Albiol (Pedro, m. 57), Alba; Busquets, Koke; Silva (Alcácer, m. 71), Cesc, Iniesta; Diego Costa. No utilizados: Raúl García, Azpilicueta, Carvajal, Iturraspe, Bartra, Rodrigo, Bernat, De Gea, Casilla.
Goles: 1-0. M. 16. Kucka. 1-1. M. 81. Alcácer. 2-1. M. 86. Stoch.
Árbitro: Bjorn Kuipers(Holanda). Amonestó a Kucka, Hubocan, Silva, Gyomber, Diego Costa y Cazorla.
Pod Dubnom, unos 10.000 espectadores.

Ángel del Riego

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