sábado, noviembre 23, 2024
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El olvido del diccionario

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En el principio fue el Verbo, la palabra. Y lo que no tiene nombre no existe. Es una pena que pese al gran esfuerzo realizado por la Real Academia (la española y las correspondientes de los países de América) para incorporar al nuevo Diccionario muchas de las nuevas expresiones nacidas al calor del idioma español se hayan olvidado de una de las que en los tiempos que corren quizá sea la que mejor resume el estado de ánimo de parte de nuestra sociedad. La que se declara indignada antes los abusos y arbitrariedades del poder y los poderosos. Hablo del escrache. En puridad, visto el olvido, es palabra que habría que escribir entre comillas. Entre las 5.000 palabras nuevas que se incorporan al léxico oficial de nuestro idioma ¿por qué este olvido? ¿Será verdad que los académicos, viven en el Olimpo, ajenos a las cuitas del resto de los españoles, simples mortales? Sólo admitiendo esa levitación se podría disculpar el olvido. Aunque, cuesta admitirlo, visto que sí han tenido oído para consagrar expresiones como papichulo o amigovio, expresiones inocuas todas ellas y muy chupis, dicho sea con otra de las nuevas palabras consagradas.

En cada momento de la Historia el idioma refleja el espíritu y las inquietudes de la época  no siendo ajeno a la cosmogonía del poder de turno. No digo que el genio del idioma (criatura metafórica de dudosa existencia), se acomode a los usos y necesidades del poder, lo que digo es que los académicos -que son quienes fijan  y aseguran la posteridad a determinadas palabras en detrimento de otras- suelen sentirse más a gusto en climas templados de opinión conservadora. Hay excepciones, claro, pero debieron faltar a su cita para la revisión del Diccionario el día que tocaba hablar de la candidatura de la palabra escrache. En cambio hubo quorum a la hora de aprobar otra voz: «externalizar» cuyo significado -según aclara el Diccionario- se refiere a «encomendar la realización de tareas o servicios propios a otra empresa». Práctica esta -la de externalizar-, muy en boga en la medida en la que forma parte de la panoplia de las empresas que por el camino, también muy de moda, de la globalización inmisericorde se apuntan a la reducción de sus plantillas de trabajadores. Sería simplista decir que «externalizar» es una palabra que habría que etiquetar en la estantería de la derecha mientras que a «escrache»  le correspondería la de la izquierda. Simple, pero quizá no tan ingenuo como parece a simple vista. Ha dicho el profesor Pedro Álvarez de Miranda  (responsable de esta edición del Diccionario) que en orden a ordenar el caos en la selva del lenguaje» no es posible poner puertas al campo porque el lenguaje es algo vivo, múltiple, en continua evolución porque los hablantes no son un ejército sumiso».

Tiene razón. Los hablantes en su condición de ciudadanos, precisamente por no ser un ejército sumiso, frente a la arbitrariedad  suelen recurrir a los escraches. Lástima de olvido.

Fermín Bocos

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