viernes, noviembre 22, 2024
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¿Demonios chapuceros?

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El demonio del ébola podía haber llegado a España por muchas vías pero fue temerario tentarle al repatriar este verano a dos religiosos contagiados por este virus y en fase terminal. Las instalaciones en España no tenían los niveles adecuados para este tipo de emergencia letalmente contagiosa. No parece, además, que todo el personal médico y hospitalario, aunque profesionalmente cualificado, tuviese la preparación o formación necesarias. Tampoco suficiente entrenamiento ni, a veces, equipamiento apropiado. Conclusiones preliminares de expertos de la Unión Europea lo confirman. La Comunidad de Madrid tiene mucha responsabilidad al estarle transferida la sanidad. Debieran responder también sus dirigentes  ya que parece que con ellos el hospital Carlos III dejó de ser una referencia en enfermedades tropicales.

Es de esperar que ahora se estén tomando todas las medidas necesarias de cara al futuro. Los errores, fallos, y falta de previsión, en todos los niveles, han sido inadmisibles. Una comisión investigadora debiera determinar porqué se contagió Teresa Romero que, afortunadamente, se va a salvar. Esas repatriaciones reflejaron una frivolización política de los respetables conceptos de caridad y solidaridad buscando réditos fáciles en la opinión pública, tentación en la que cayeron Rajoy, Ana Mato y otros políticos de variadas coloraturas. Pero el capitán del barco, Rajoy, es el principal responsable. En la mar hay obligación de socorrer siempre y cuando no corran peligro ni el propio barco ni su pasaje. Rajoy puso en riesgo a los pasajeros del barco España. ¿Demonio chapucero?

España debe contribuir decididamente a combatir el ébola en África para ayudar a las poblaciones afectadas y, asimismo, prevenir su diseminación. Las peticiones, a estos efectos, de utilización de Rota por los EEUU y de Canarias por la ONU debieran de poder aceptarse. Con más motivo ahora que hemos ingresado en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La endiablada cuestión catalana de España es otra en la que es imposible alabar la actuación política de Rajoy porque, sencillamente, no está actuando políticamente. Actúa jurídicamente y aunque desde esta perspectiva su postura parece impecable, en realidad adolece de dos defectos. El primero es que la legalidad constitucional es modificable. Es una cuestión de voluntad política. No se puede solo argumentar que la norma es inalterable. El segundo es que el fondo de la cuestión es político y esto ha sido desatendido. No ayuda la esquizofrenia secesionista del líder de CiU, Mas, enmarcada en su pugna política con Junqueras, adalid de ERC. Debieran, los dos, abandonar la política por, con su constante e inaceptable chantaje nacionalista, dividir engañosamente a Cataluña con quimeras.

Desde el PSOE se ha ofrecido una posible solución política proponiendo una España federal para mejorar el esquema territorial español. Hay, asimismo, que poner al día en otras cuestiones la Constitución de 1978. Se puede mejorar, modificar o, al menos, aportar alternativas a esta propuesta pero Rajoy no responde ni ofrece nada, oponiendo el inmovilismo. Su frialdad solo incrementa pasiones incontroladas porque en el Principado les suena a desinterés y desprecio, sin perjuicio de que debieran de serenarse. Mientras, el problema de fondo sigue planteado. Aunque Cataluña perdería muchísimo por abandonar España y la UE, España pagaría un precio alto, incluso sentimentalmente, por perder a un importante componente suyo. La crisis resultante podría ser mayor que la del “98” tras la pérdida de Cuba. Ciertamente, Rajoy acaba de ofrecer dialogo en un artículo, y en catalán, pero sin concreción alguna. “Obras son amores” y no una mera declaración de disponibilidad al dialogo. ¿Otro demonio chapucero? 

Debidamente acosados con invocaciones estos dos demonios confiesan varios y diferentes nombres aunque hay uno común: Rajoy quien, como líder supremo del gobierno, señala las sendas políticas estratégicas y decide con quien rodearse para aplicarlas. «Vade retro, Mariano», le diría un exorcista. Pero si al descubrirse que envió mensajes a Bárcenas y a su mujer dándoles ánimos (“se fuerte”, “la vida es resistir”) no dio con sus huesos en casa como en otros países donde dimiten políticos por endosar una multa de tráfico a la esposa, declarar gastos de representación indebidos o fusilar en su tierna juventud parte de una tesis doctoral, ¿qué puede esperarse?  Pues, ya se sabe: «subsidios políticos» a Podemos que hace caja de futuros votos.                                                                                

Rajoy es el responsable principal por conducir el vehículo en el que todos viajamos, aunque no sea por el trayecto prometido. Quizás debiera este conductor silencioso y distante pasar el volante a otro de su partido. Descartados Gallardón y la lideresa madrileña Aguirre, cuyo automóvil parece seguir jugando al escondite con los agentes de movilidad, ¿quién queda? Acaso Soraya Sáenz de Santamaría que siempre da la cara por su jefe o apaga sus incendios. ¡O no! Porque puede dudarse de su propio peso político en el PP si faltase el apadrinamiento marianista. En cuanto a Ana Mato, claramente no. ¿O sí?…

Embajador de España

 

Carlos Miranda

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