lunes, septiembre 23, 2024
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Los de rojo a un lado de la raya, los de blanco al otro. Una melodía antigua, de cuando se extirpaba el miedo en comunidad, acompañaba de fondo la escena. El estadio, ingrávido, respirando con los jugadores, hasta que Cristiano chuta a puerta por primera vez y se rasga la cortina. Unos pitan, otros aplauden, la mayoría suspiran aliviados. En Europa, la trama general se ha tirado por la ventana. La construcción de la ley hasta sus últimas consecuencias, retiró lo sagrado de la plaza. Al encauzar la corriente, el río agoniza de éxito. No hay inundación posible. Que nadie se queje de la prevalencia del fútbol. No tiene la culpa. Es el único rastro de la dramaturgia con sus símbolos vivos inmunes a la parodia; con el azar, la belleza y la contienda. Tal es la caída del telón, que lo de afuera, lo que llaman vida normal, parece ahora el simulacro. Anfield, el Liverpool, Real Madrid.

El equipo inglés utilizó la tensión de los grandes acontecimientos para procurar encajonar al Madrid contra la grada. En realidad no había muchas posibilidades, pero el intento tuvo su belleza. El Real es un equipo campeón, cosa que en España se ha olvidado, y no tiene prisa por demostrar nada. La respiración del grupo se acompasa inmediatamente con el partido. Si atacar con denuedo le hace exponerse demasiado; irá subiendo posiciones con suavidad, con una melodía circular, penetrante y arrítmica. Si tiene que guarecerse, ahí están los centrales que convirtieron en niños a todos los jugadores contrarios, excepto a Sterling, un mediapunta amanerado que tiene flow pero no dinamita. Es medio jugador todavía, y el Liverpool no encuentra al otro que lo complete. Si se pierde una pelota comprometida, bajará la línea de cuatro centrocampistas al unísono, sin una especial agresividad, pero utilizando la inteligencia que tienen para encadenar el juego a sus pases, para abortar los intentos de los contrarios. El caso es que el Liverpool parecía feliz luciéndose ante su público, pero el Madrid tenía el partido como un regalo que amenazaba con desatarse en cualquier momento. 

Ese momento fue una jugada de Isco. Una contra en la que un rival le mordía los tobillos y decidió pararse, dar una vuelta sobre su propio eje y seguir con el cuello levantado una vez que se había atusado el plumaje. El público inglés quedó en silencio. Ese gesto y la pausa de Isco, atrajo al Madrid al primer plano del partido y quebró el espinazo de los reds. Los volvió mansos, tímidos, ante un juego imposible de desentrañar para ellos.

 La impresión de los atacantes del Real es que se desparraman por el campo sin más guía que su propio instinto

Los centrocampistas: más voladores James e Isco por las alas, y refugiados en el centro Modric y Kroos, se abatieron sobre una zona anchísima en la que comenzaron a jugar con los sentimientos del equipo rival. Kroos sabía un segundo antes donde estaban sus compañeros, lo que es increíble, porque la impresión de los atacantes del Real es que se desparraman por el campo sin más guía que su propio instinto. Benzema se iba escondiendo por cualquier rincón y le devolvió una pared a Cristiano, que harto de retórica, bailó en la media punta y soltó un balón exasperado para James, con rivales por todos los lados a los que burló elevando la pelota con un toque seco. Al otro lado estaba Ronaldo, que atacó el balón en carrera y marcó un gol a media altura, ingrávido y más suave de la cuenta, como si ya no tuviera odio ni ansia dentro. Sólo la necesidad de jugar.

Los madridistas se iban agrupando por parejas. Modric y Kroos. El uno ataca la pelota y el otro guarda el espacio. Mientras Kroos dicta las normas en la casa grande. Modric se proyecta en secreto hasta dominar el frente del área. Marcelo e Isco. Están en el mismo negocio y a veces redundan, pero acaban atrayendo las miradas de los contrarios que dejan en estricta soledad el otro lado del césped. Marcelo hoy tuvo 7 máscaras. La del loco que aparece por donde nadie lo espera. La del genio que dribla sin descanso pero no acaba la jugada. La del que defiende a la pata coja. La del recuperador abnegado. La del que le da luz a la salida del balón. La del socio de todos que no se casa con nadie. La del que juega al escondite con el andaluz. Pareja desde hace tiempo, Karim y Cristiano, repartiéndose el espacio y la pelota como si fueran el principio y el final de una misma línea curva. Y James, gravitando sobre todos los demás.

Isco decidió parar un balón y esperar a que Kroos se pusiera en el sitio que él consideraba justo. Paró incluso más de la cuenta, pero el alemán le dobló y una vez en el pico izquierdo del área, el malagueño le prestó la bola. Kroos la puso con toda la pureza de la que es capaz y apareció Karim, saltando hacia atrás y cabeceando a la red. Marcó un gol imposible de discernir si fue genialidad o azar. Hizo el avioncito. En Anfield.

 Tampoco la presión es abrasiva, pero acabó descodificando el ataque inglés hasta reducirlo a una simplicidad muy fácil de defender

El partido estaba acabado, pero nunca se terminó de romper por la profesionalidad de los ingleses -sin fé, pero con ánimo- que atacaban algo inconscientes de la magnitud de su oponente. Quizás la poca ansiedad de los contrarios del Madrid venga por la falta de hombres malos en el centro del campo; (aunque de entre la defensa salga pepe con las mandíbulas abiertas); o de la suavidad de las maniobras de cualquiera de sus jugadores, excepto Cristiano. Tampoco la presión es abrasiva, pero acabó descodificando el ataque inglés hasta reducirlo a una simplicidad muy fácil de defender. El balón largo y azaroso y la carrera contra el central. La idea de este equipo no es exactamente una idea, si no un conjunto de cosas muy bien hechas entre la profesionalidad y el genio. Una armonía entre el que va y el que viene, entre la pelota y el espacio, entre la tranquilidad y la tensión. Y fue ese estirón último el que se perdió en la segunda parte, desperdiciándose un manantial de ocasiones por pura glotonería. El responsable del último gesto, estaba siempre pensando en la jugada siguiente. La que iba a levantar al público de sus asientos.

Cristiano se retiró antes de acabar y su paseo hasta la banda recibió el aplauso de la gente. Aclamaban al hombre. Despojado definitivamente de la máscara del niño.

Liverpool, 0-Real Madrid, 3
Liverpool: ignolet; Johnson, Škrtel, Lovren, Alberto Moreno; Henderson (Can, m. 67), Gerrard, Allen; Sterling, Balotelli (Lallana, m. 46) y Coutinho (Markovic, m. 68). No utilizados: Jones (p), K. Touré, Lambert y Manquillo.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Varane, Marcelo (Nacho, m. 85); Modric, Kroos (Illarramendi, m. 81), Isco; James, Benzema y Cristiano (Khedira, m. 75). No utilizados: Keylor Navas (p), Medrán, Chicharito y Carvajal.
Goles: 0-1. M. 23. Cristiano, a pase de James. 0-2. M. 30. Benzema, de cabeza. 0-3. M. 41. Benzema.
Árbitro: Nicola Rizzoli (Italia). Amonestó a Kroos.
Unos 40.000 espectadores en el estadio de Anfield.

Ángel del Riego

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