«Tenemos que engañar al Estado» les dijo Artur Mas a sus socios en la aventura independentista, los dirigentes de Ezquerra, de la CUP, e Iniciativa según ha publicado El Periódico de Cataluña. Y al parecer el engaño pasa, entre otras cosas, por firmar el decreto del sucedáneo de consulta el 8 de noviembre, justo el día antes de su celebración para que no lo pueda recurrir el Gobierno.
Las conversaciones publicadas entre Mas y sus socios no tienen desperdicio porque lo que evidencia no es que el Presidente de la Generalitat sea un hombre astuto, sino que está dispuesto a hacer trampas y eso ya son palabras mayores.
Que en un Estado uno de sus representantes, y el presidente de la Generalitat es el máximo representante del Estado en Cataluña, proponga «engañar al Estado» es de tal gravedad que cuesta creerlo. No me imagino que algo así pueda pasar en Alemania, Francia, Holanda, etc, sin que eso tenga consecuencias. Pero sobre todo me asombra que a Mas no se le caiga la cara de vergüenza al ser capaz de verbalizar algo así.
Escucho decir a algunos amigos catalanes esa socorrida frase de que «Artur Mas ha perdido el norte», que es tanto como decir en plan fino y educado que ha enloquecido. Yo suelo responder que puede ser verdad, que hay hombres que llevados por un ataque de mesianismo son capaces de perpetrar auténticos desatinos pero que en el caso de los políticos el problema no es a uno se le pueda ir la cabeza es si detrás hay gente que le secunda y a lo que se ve una parte importante de la sociedad catalana está en su misma sintonía y eso es lo preocupante.
Ya he preguntado en otras ocasiones porqué quienes ejercen un liderazgo moral, social, económico en Cataluña en vez de comportarse de manera taimada no son capaces de ejercer ese liderazgo diciendo alto y claro que no están por la labor de secundar tanto despropósito.
Artur Mas está preocupado en salvar «su» cara pero a la vista está que ya no puede salvarla y que su actuación irresponsable está llevando a Cataluña a ninguna parte. Además CiU se está descomponiendo a marchas forzadas, de manera que también está asentando un golpe mortal a su propio partido.
La votación del 9 de noviembre es un farsa, esperemos que esa farsa no termine en tragedia.
Julia Navarro