Los bancos españoles han pasado con nota la ITV obligada por el Banco Central Europeo, institucionalmente obligado a saber si estos primeros actores en la marcha de la economía gozan de buena salud y tienen a punto sus defensas naturales frente a posibles epidemias. Léase una tercera recesión en la zona euro o cualquier otro tipo de escenario adverso para la economía de un país concreto, a escala europea o la global.
Y mire usted por donde este lance de la actualidad, los llamados «test de stress» bancarios, nos trae a los españoles la buena noticia de que nuestros tres principales bancos (La Caixa, Santander y la nacionalizada Bankia) son solventes hasta decir basta. A Bankia, sin ir más lejos, le han reprochado el «exceso del celo» en su examen europeo. O sea, que no hacía falta que hubiera sido tan rigurosa en el saneamiento de sus cuentas o en la provisión de su capital nuclear (el inatacable, la parte mollar), lo cual no deja de ser alentador a la vista de lo que hemos ido sabiendo del pasado inmediato de Bankia-Caja Madrid.
Frente a los 25 grupos bancarios suspendidos en el examen, y por ello obligados a blindarse con unos 25. 000 millones de euros millones más, entre todos, solo una entidad española, poco significativa en nuestro sistema bancario, como es Liberbank, no ha dado la talla. Pero sus necesidades de capital básico no superan los 32,2 millones de euros, cuya dotación se llevará a cabo sin problemas (ya lo hizo, en realidad, según el Banco de España) en los quince días que tiene de plazo para ir a la repesca. Lo mismo que las 25 entidades europeas. Su desigual necesidad de capital debe solventarse por venta de activos, retención de beneficios, emisión de acciones o reducción de costes.
Desde el punto de vista español, alentador es que hayan superado el examen europeo las Cajas de Ahorro intervenidas por el Estado (Frob), como la citada Bankia (22.000 millones de euros nos costó la broma), Cataluña Caixa (14.000 millones ) y Novagalicia (10.000 millones para sanear las cajas gallegas). Lo cual supone un inesperado motivo para recuperar la fe en la gestión de lo público cuando se encarga a profesionales acreditados en el negocio bancario.
La noticia ocupó una parte del discurso pronunciado el pasado fin de semana por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ante la Interparlamentaria del PP celebrada en Murcia. Celebró el airoso papel de la banca española en el examen europeo. Con razón, porque, como vino a recordar, arropa y garantiza los depósitos de millones de españoles.
Lo malo es que se abstuvo de comparar la sideral diferencia de la implicación del poder en la reforma del mercado del capital respecto a la del mercado del trabajo. Miren los resultados. Como es sabido, el saneamiento de la Banca exigió la movilización de más de 40.000 millones de euros, mientras que en el caso de la reforma laboral deparó el sacrificio de millones de trabajadores en forma de precariedad, devaluación de salarios y despidos más fáciles y más baratos. Pero eso ya es otro asunto.
Antonio Casado