Algo parecido al pánico embarga en estos momentos a los estados mayores del PP y del PSOE, que podían ser uno solo a juzgar por la tendencia de los ciudadanos a amontonarlos, a la vista de los datos alumbrados en la reciente encuesta de Metroscopia y los que están por conocer del CIS. En ambos se confirma la irresistible ascensión de Podemos y el desplome del PP (por corrupción) en intención de voto. Si no hablo de desplome del PSOE, el otro gran partido de la centralidad, es porque éste ya se produjo (por crisis económica) en las elecciones generales de noviembre de 2011.
El pánico se debe al riesgo cierto de fin de época, con ruptura del bipartidismo e irrupción del partido que aglutina el hartazgo ante unos gobernantes desacreditados por la incesante acumulación de escándalos y la incapacidad de superar los tres grandes problemas de la agenda política nacional: corrupción, paro y problema catalán. Lo que no sabemos es si el voto furioso del ciudadano, de momento expresado a través de las urnas europeas y los sondeos recientes, refleja el cabreo de la gente en este momento, a causa de los escándalos, o lo que refleja es el anuncio de una novísima orografía electoral en la que ya no servirán los protocolos de actuación que han marcado la historia de España en estos últimos treinta y tantos años.
La escalada de Podemos se basa en el acierto de su diagnóstico sobre los males del país, pero no en la terapia para salir del agujero
Así que sería prematuro levantar acta de demolición antes de verificar en las urnas de verdad, no en los sondeos, que Podemos va a convertirse en la primera fuerza política del sistema objetado. Porque pudiera ser que se desinfle cuando los ciudadanos tengan que elegir a los gobernantes que deben resolver con realismo los problemas de su municipio, su comunidad y la Nación a la que pertenecen. Dicho sea lo cual ante el dato de que los mismos ciudadanos que en las encuestas encubran a Podemos confiesan que las propuestas de este partido no sirven para arreglar los problemas de España, son extravagantes y responden a terapias fracasadas, etc.
Bien puede afirmarse que la escalada de Podemos se basa en el acierto de su diagnóstico sobre los males del país, pero no en la terapia propuesta para salir del agujero. Razón de más para no descartar que estemos ante unas banderillas de fuego a los costaleros del sistema (PP y PSOE) y no ante un irreversible seísmo electoral. Es la tesis a la que se aferraba este lunes la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, cuando nos recordaba que las encuestas sólo reflejan el estado de ánimo de los ciudadanos en un momento concreto.
Apenas faltan seis meses para saber si todo el problema se deriva de un octubre negro o esto ya no hay quien lo pare. Las señales no animan. Y no me refiero solo a las demoscópicas, que tienen de los nervios a las dos fuerzas políticas sobre las que ha venido girando el régimen del 78. Hablo del empeño de ambas tres en marcar diferencias con la esperanza de salvarse de la quema, sin tener en cuenta que la gente ya no distingue.
Antonio Casado