lunes, noviembre 25, 2024
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Puñales de papel

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“Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera”. Así define la Real Academia Española la paradoja, una definición que viene al pelo para analizar la nueva convocatoria de elecciones en Cataluña. Porque lo que Artur Mas y Oriol Junqueras han querido vender como unidad encierra, en realidad, la mayor de las divisiones: la división de las fuerzas políticas y la división de la sociedad catalana.

Desde que asumió la Presidencia de la Generalitat a finales de 2010, Artur Mas se ha especializado en dilapidar su capital político y en fracturar a la sociedad catalana. Porque si cuando llegó al cargo lo hizo enarbolando la bandera de la mejora de la financiación de Cataluña –el llamado pacto fiscal–, reivindicación compartida por una amplísima mayoría de fuerzas parlamentarias catalanas y por la sociedad catalana, la reivindicación de la independencia con que concurre a las próximas ha fracturado a su coalición, le ha dejado en manos de ERC y con un apoyo decreciente de la sociedad según las últimas encuestas.

En realidad, Cataluña lleva cuatro años sin Gobierno, secuestradas sus instituciones políticas y su debate público por un programa, la independencia, que solo ha servido para tratar de ocultar el fracaso de la gestión política de la Generalitat y de su socio de gobierno, los durísimos recortes sociales a que ha sometido a la sociedad catalana y su incapacidad para retomar el pulso económico de Cataluña. Han vendido una Arcadia pero han construido un purgatorio.

Y lo han hecho pisoteando los principios democráticos más elementales, intentando voltear el marco legal por medio de subterfugios, convocando una pseudoconsulta sin garantías jurídicas ni controles democráticos y socavando la convivencia de una sociedad que siempre había sido ejemplo de pluralidad y tolerancia para el resto de España.

Lejos de asumir el fracaso, Mas se ha atornillado a la silla presidencial entregando la agenda y el calendario a su socio y a una asociación, la Asamblea Nacional de Cataluña, que solo representa a una parte de la ciudadanía, olvidando que el presidente de la Generalitat debe serlo de todos, ahondando así en las fracturas que dividen y debilitan a la sociedad catalana. Desde este punto de vista, su llamamiento a las urnas es su último servicio a la causa de la división. No cabe mayor fracaso.

Mientras tanto, en el otro lado, Mariano Rajoy ha permanecido impasible, con su enroque en la defensa del respeto a la ley, negando la posibilidad de aportar propuestas políticas que abrieran vías de solución a los problemas, pensando que con cuatro palabras, dos mítines y un puro se solventaba una crisis que ha alentado con su inoperancia. Como si no fuera evidente que su inmovilismo alimentaba las calderas del independentismo y la fractura social y emocional en y con Cataluña.

Lamentablemente, a uno y otro lado no ha habido voluntad de explorar el terreno del diálogo y del entendimiento, sino de atizar la confrontación y silenciar la cordura. La convocatoria de elecciones, pues, es la constatación de un fracaso.

No obstante, no todo está perdido.

Decía Lloyd George que, a veces, las elecciones se convierten en la venganza de ciudadanos que pueden convertir sus votos en auténticos puñales de papel. Puñales de papel con que rasgar los muros de las identidades enfrentadas construidos por los intolerantes de uno y otro lado. Puñales de papel con que impulsar nuevos liderazgos y abrir oportunidades a la renovación institucional, el entendimiento político y la convivencia ciudadana.

Atentos pues a las urnas.

José Blanco

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