Los griegos, y no sólo los que han votado a la coalición de izquierda renovada Syriza, se han rebelado contra un Poder endogámico y corrompido que, simple y llanamente, les estaba matando de humillación y de hambre, y los españoles llevan todas las trazas de hacer, en las diversas citas electorales de éste año, lo mismo, pero no está tan claro que vayan a sustanciar su rebelión votando en masa a Podemos, por mucho que el resto de los partidos se lo siga poniendo, si se me permite la expresión, a huevo. Y no es que Grecia no sea España, que no lo es, sino que enero no es noviembre, ni, sobre todo, Podemos es Syriza.
Aunque a su edad uno ha visto de todo y puede imaginarse cualquier cosa, no termina uno de visualizar a los españoles, ni de imaginarlos, señalando en las urnas como salvador a un individuo, Pablo Iglesias, que exhibe, porque los contiene, los rasgos más cutres y penosos de la España vieja que, por otro lado, dice combatir: la falta de educación y la rusticidad extrema, así en lo moral como en lo material. Llamar Don Pantuflo al periodista que le está entrevistando, bien que de una manera igualmente ineducada y rústica, o defender con argumentos bajunos las pillerías «legales» de sus próximos y correligionarios, cual se vio y escuchó en una de sus más recientes comparecencias públicas, no se compagina con lo que la mayoría espera de quienes, a base de cordura, serenidad, probidad, valentía, inteligencia y elevación moral, puedan sacar a España del marasmo en la que la han hundido los delincuentes y los rufianes que han medrado a la sombra del Estado y del Poder.
Venciendo el temor de que se pudiera equivocadamente confundir o relacionar la voz de uno con la del coro delirante de la reacción, que mediante la calumnia y la mentira orquesta su vil campaña de descrédito contra Podemos, execrando con ello a los millones de personas que hoy cifran en esa organización sus esperanzas de justicia social, tiene uno que decir, pues es su modestísima opinión, que ni éste Iglesias, ni éste Monedero, ni éste Errejón, merecen liderar el actual movimiento ciudadano, que no sólo es de indignación y hastío, sino también, y principalmente, de construcción de una verdadera y limpia democracia, esa que nunca nos fue dado disfrutar.
Hay un año por delante: tiempo suficiente para ir distinguiendo lo verdadero de lo falso, lo auténtico de lo apócrifo, las voces de los ecos.
Rafael Torres