La roca de Scylla hizo perecer los barcos de Ulises. En frente está el escollo de Caribdis (hoy Calofaro), al noreste de Messina, en Sicilia. Entre ambos, torbellinos y corrientes que aterrorizaban a los marinos.
Andalucía se debate entre el PP y el PSOE. Unos en las ciudades, otros en el resto, en un duelo permanente de antipatía y falta de colaboración hasta en los intereses más necesarios para la población. La Junta niega el pan y la sal a los ayuntamientos del PP y éstos obstaculizan las acciones de la Junta.
Tras treinta años hay una cristalización del clientelismo como sistema político, la propaganda es la forma de comunicación y la injerencia en todo, inmiscuyéndose en cosas de poca monta pero mirando para otro lado cuando se trata de grandes intereses (veáse el Algarrobico y todos los monstruos de las costas).
La Junta ha copiado todo los defectos del Estado central (centralismo sevillano, burocracia, enorme Administración) y ninguna de sus virtudes (sistema funcionarial objetivo y no de compadreo, por ejemplo). Y no ha acercado la Administración a los ciudadanos, ni la ha hecho más ágil ni más transparente. Al contrario.
Ya hemos dicho que en Andalucía crear un puesto de trabajo es un dolor de papeleo, es luchar con una burocracia que bloquea esta sociedad. Y en los pueblos, del signo político que sean, subsiste el caciquismo pero no en manos de los don Guidos que denunciase Antonio Machado sino de los dos partidos políticos oligárquicos.
Frente al PSOE, un PP con su discurso tardofranquista y resentido porque no ha sido capaz de presentar un proyecto que le quite al PSOE la primacía. El PP andaluz exhibe sin pudor un reaccionarismo que ya no existe en Europa, carca, chirigotero y de mala fe. Si gobernase el PP, habría decenas de Algarrobicos (por sus alcaldes actuales los conoceréis), la Seguridad Social estaría peor, el Parque Natural de Segura, Cazorla y Las Villas estaría repleto de urbanizaciones horteras. Y así sucesivamente. Estamos mal, pero podría ser peor.
La Junta de Andalucía ha despilfarrado las ayudas de la Unión Europea y las transferencias del Estado. Pero se sigue quejando, haciendo del agravio comparativo, del limosneo y del victimismo su razón de ser. Mientras, tienen una sede de gobierno más grande que la de Suecia y un Palacio de San Telmo que produce sonrojo ante el alarde de poder y ostentación.
Claro que han hecho cosas; el problema es saber cuánto han costado. Incluidas las ayudas al ‘desarrollo’, como fuentes en Xauen y otras ciudades marroquíes y otras dádivas andalusíes. Pero si a los jueces se les ocurre investigar, claman a la Inquisición y usan el insulto, como hacen contra la juez Mercedes Alaya.
Es insalubre, malsano, que permanezca el mismo partido tanto tiempo en el poder. Eso desvirtúa la democracia, favorece la corrupción y desmoraliza a la población que nos vemos impotentes para cambiar la más mínima cosa.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye