domingo, noviembre 24, 2024
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Envilecer al funcionario

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Los gobiernos pueden hacer las cosas bien, mal o regular, pero lo más peligroso es que con el enaltecimiento del buen fin empleen medios que lleven consigo el envilecimiento de los funcionarios.

El primer síntoma de perversión partió de la Dirección General de Tráfico, cuando un descerebrado puso en marcha un sistema de complementos de los que se beneficiarían aquellos miembros de la Benemérita que pusieran más multas. No los mejores, los más honrados, los más corajudos, los que ponen en peligro su integridad física, los mejores, en suma, sino los astutillos que se emboscan en un lugar de previsible conflicto y, en una buena mañana, se hacen con un talonario que justifica su complemento y, a la vez, los degrada en su función.

El último síntoma es un complemento ofrecido a los inspectores de Hacienda a los que se les pagará un plus si recaudan más de los 1.700 millones previstos para el ejercicio de 2015, entre el famoseo de futbolistas como Messi, Monedero, gente conocida, cuya repercusión acojone al ciudadano. Es decir, al inspector de Hacienda, un tipo honrado, que se dedica a una acción tan loable como la de la Policía o la Judicatura, se le presiona por el medio más sucio -el dinero- para que cambie su objetividad y, más que perseguir al fraudulento, persiga al fraudulentillo, con tal de que presente un programa de televisión o sea un actor que firma autógrafos.

Si este degenerado principio de eficacia lo aplicáramos a otros ámbitos, está claro que el catedrático debería cobrar un plus por suspender a más alumnos (universidad pública) o dar más altas notas (universidad privada). Me imagino a los jueces ejerciendo la severidad para meter a más gente a la cárcel, y a más años de condena para cobrar el plus; y al inspector de trabajo, recompensado con una gratificación por haber sido inmisericorde con las empresas, algunas de las cuales deberán cerrar a mayor gloria de la falta de sentido común.

Me falta un elemento para que esta sociedad se convierta en irrespirable: la delación. Hay que despertar al delator que llevamos dentro, a ese miserable que se esconde, porque la delación está mal vista. Exaltémosla. Denunciemos al vecino. Preparémonos para el odio y el resentimiento que garantiza una buena guerra civil.

Luis del Val

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