Cuentan por Madrid que a Mariano Rajoy le están calentando la cabeza para que anticipe las elecciones. Adelantarlas para que el PP pueda obtener ventaja de las debilidades de sus principales antagonistas. Quienes trazan éste tipo de cálculos aducen que todas las encuestas dan malos resultados al PSOE y que, pese a las buenas expectativas demoscópicas que se auguran para Podemos, en términos prácticos, esta fuerza emergente todavía tiene una importante componente magmática y por lo tanto adolece de una articulación organizativa solvente a nivel nacional. La premisa de la que parten quienes se declaran partidarios del adelante electoral es que pese al desencanto y hasta el enfado de amplios sectores de votantes del PP con las políticas del Gobierno que preside Mariano Rajoy -por las subida de impuestos, los recortes salariales, la política antiterrorista, el cambio de criterio en relación con la ley del aborto, etc.- llegado el caso, quienes tradicionalmente han apoyado al partido, volverían a hacerlo. Los más, dejándose llevar por la inercia de sus convicciones conservadoras. El resto, quienes hasta hace un año habrían optado por la abstención, porque se les supone alarmados ante un posible triunfo de la izquierda identificada más con Podemos que con el PSOE.
En otro registro, la ventaja de los conservadores españoles sobre la izquierda que comparece fragmentada y enfrentada, es que, a diferencia de lo que ocurre en Francia, en España no hay un partido consistente situado a la derecha de los populares. Ya digo que en el entorno del Gobierno hay quien se entretiene con éste tipo de cábalas. Cosa distinta es que las compartan quienes están de pie junto a la oreja de Mariano Rajoy: la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, el ministro García Margallo, la ministra Ana Pastor o el sociólogo Pedro Arriola. El Presidente tiene dicho que su deseo es coronar la legislatura. Seguramente a la espera de poder ofrecer mejores datos macroeconómicos y con el deseo de enmendar el camino seguido hasta ahora y bajar algunos tramos de los impuestos que subieron hace tres años. Sólo la tentación de chafarle a Artur Mas su osada convocatoria de elecciones «plebiscitarias» el 27 de Septiembre, podría hacer cambiar de planes a Mariano Rajoy. No sería un gran adelanto puesto que formalmente la legislatura cumplirá cuatro años en el mes de Diciembre. Tampoco el último mes del año, en vísperas navideñas, días de euforia, sería mal mes para abrir urnas. Rajoy solía decir que él era previsible,… pero ya se sabe que la política es lo posible de lo probable.
Fermín Bocos