La Universidad española sigue siendo una de las rémoras del desarrollo profesional, técnico y científico español. Nadie se ha atrevido a hacer una reforma profunda que incluya el sistema de acceso a la enseñanza superior, el reclutamiento y evaluación permanente del profesorado, la investigación, la financiación y el enganche con el mundo laboral en el que van a trabajar la mayoría de los universitarios. Aunque se ha puesto un disfraz -el plan Bolonia- la Universidad sigue ofreciendo una educación decimonónica, sigue presa de un profesorado endogámico y sigue encerrada en sí misma, como si la sociedad que la financia y que debería ser su referente no existiera. Si a eso le suman, la baja calidad de nuestra enseñanza preuniversitaria, tenemos el conjunto del problema.
La mayoría de los estudiantes que llegan a la Universidad no están bien preparados para realizar estudios superiores y la Universidad baja cada año los niveles de exigencia para no dejarles fuera. Hay, incluso, Universidades donde se reduce el presupuesto a las Facultades que suspenden mucho, por lo cual, aprueban como sea. Otro problema es el de la financiación. Este Gobierno tomó la decisión, acertada en mi opinión, de subir la tasa de matrícula, porque los alumnos sólo pagaban el 10 o 15 por ciento del coste real de la enseñanza. Ahora hay Universidades -por ejemplo algunas catalanas- donde los alumnos financian hasta el 41 por ciento del coste, aunque lo marcado por el Ministerio es entre el 20 y el 25 por ciento. Pero el dinero de más que se ha recaudado con las matrículas no ha ido a becas ni a la Universidad porque el presupuesto de las Universidades ha caído un 24 por ciento desde 2010. No se trataba de reducir sino de gestionar bien y compartir el esfuerzo impositivo.
Ahora, cuando España no ha digerido aún el Plan Bolonia ni hay un estudio serio sobre sus resultados, el ministro Wert va a autorizar a las Universidades para que libremente pongan carreras universitarias de tres años… con dos de máster. Dos cuestiones parecen indudables: es prácticamente imposible tener unos conocimientos sólidos de Derecho Filosofía, Economía o de la mayor parte de las materias en tres cursos, con apenas seis meses reales de clase en cada uno. ¿Quién podrá optar a un puesto de trabajo que exija una cierta cualificación con ese bagaje? Así que habrá que hacer un máster de dos años, mucho más caro, que muchos no podrán pagar, sin el cual, la mayor parte de los universitarios tendrá una formación absolutamente insuficiente y sólo podrá aspirar a empleos precarios.
Al final, dan argumentos a los que quieren dinamitar el sistema: siguen abaratando el coste del trabajo en lugar de intentar competir aumentando el nivel de calidad y exigencia del sistema de formación desde preescolar hasta, especialmente, la Universidad. Y eso, sin entrar en el tema de la formación permanente, que es lo que España necesita si quiere sentar las bases de un desarrollo sólido que no deje en la cuneta a millones de personas deficientemente formadas.
Francisco Muro de Iscar