Decía Artur Schlesinger -asesor de John F. Kennedy- que no era lo mismo hacer campaña que gobernar porque los políticos durante las campañas podían reflejar las aspiraciones de la gente mientras que al llegar al Gobierno se imponía la realidad. La Historia ofrece ejemplos sobrados de que, efectivamente, de esa manera acostumbran a gobernar los dirigentes políticos así que se hacen con el poder. En casa, sin ir más lejos, tuvimos un ejemplo excelso de pragmatismo. El de Felipe González en relación con la OTAN. El famoso «De entrada, no» que acabó en referéndum… con el PSOE votando a favor de la permanencia de España en la Alianza Atlántica.
Más recientemente (2010), sin aquel escenario dramático de mediados de los ochenta, recordamos a Mariano Rajoy, a la sazón líder de la oposición afirmando que: «Subir el IVA era el sablazo del mal gobernante» … y muy presente está el Rajoy ya Presidente del Gobierno subiendo el IVA y media docena más de impuestos poco después de convertirse en el inquilino de La Moncloa. Así que llegan al poder descubren que la política es el arte de lo posible. El poder les vuelve razonables o pragmáticos. Antes de llegar a ser primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras defendía no asumir la deuda contraída por los anteriores gobierno helenos. Tras la victoria, el discurso de los líderes de Syriza cambió de terminología para hablar de «reestructuración » de la deuda. El domingo en su alocución en el Parlamento, Tsipras habló de buscar fórmulas y plazos para hacer frente a la deuda. Ya no la niega. Quiere renegociar. Pide plazos. Acepta, pues, que la realidad es tozuda. Es probable que algunos de sus seguidores se sientan decepcionados. Incluso traicionados. La política, es así. Ni siquiera durante los procesos revolucionarios satisface en plenitud las expectativas de quienes promueven los cambios. Pocas veces la realidad colma el deseo. Volviendo a España, en las próximas semanas y meses lo razonable será recibir con cierta distancia el grueso de las promesas electorales que proclamen los representantes de los diferentes partidos políticos. De todos los partidos. Incluidas las de Podemos que dice querer asaltar los cielos. Las promesas hay escucharlas con escepticismo porque, como diría Schlesinger: se hace campaña en poesía, pero se gobierna en prosa.
Fermín Bocos