La que se ha organizado en Madrid con el cese fulminante de Tomás Gómez es de no creer.
La gente de Pedro Sánchez cuenta la conversación telefónica entre Sánchez y Gómez y ponen el acento en la respuesta que le dio el hasta entonces secretario general del PSM cuando Sánchez le pidió que diera un paso atrás, manera “fina” de pedirle la dimisión. Respuesta irreproducible por delicadeza, no porque no sea una expresión que se escuche con frecuencia. Pero no midió bien sus fuerzas y ahora está como está, con la batalla perdida.
Tras el cese se han desencadenado las dimisiones, incluida la suya, la de Gómez. Lo que más le preocupa es su honorabilidad, y se enciende –con razón- cuando le mencionan el tranvía de Parla o que la imputación está al caer. Está seguro de que no va a ocurrir porque está seguro también de que no ha cometido ninguna fechoría, pero nunca se sabe. Ejemplos sobrados hay de imputaciones que no han quedado en nada porque nada había, pero han provocado la llamada pena del telediario; más sangrante a veces que la pena de cárcel o la de prisión que se evita con el pago de una fianza. Pero la justicia española, ya se sabe, no siempre es justicia. Por la lentitud y porque a algunos jueces se les ve la ideología, o el ego, a distancia. Y no hace falta dar nombres, están en boca de todos.
IU tiene un lío monumental porque Garzón tiene un pie en otra formación
El ministro de Justicia, por cierto, parece el Terminator de Ruíz Gallardón, al que otorga dentro de unos días una importante condecoración, la San Raimundo de Peñafort. Mucha condecoración pero Rafael Catalá ha entrado en el caserón de la calle de San Bernardo como elefante en cacharrería. Ya de ya, en días, se carga la ley de tasas que cabreó a todo el mundo mundial, aprueba la reforma del Código Penal sin algunas de las propuestas que llevaba el equipo anterior, el de Gallardón, y también la de Enjuiciamiento Criminal con destacadas “desapariciones”. Todo lo relacionado con el aborto pasa sin embargo a Sanidad, donde el nuevo ministro Alfonso Alonso tiene lista la propuesta que se aprobará previsiblemente antes de que llegue el verano: se elimina el derecho de las menores a abortar sin el permiso paterno, y el resto se deja como está. Es decir, como estaba con Felipe González y como mantuvo José María Aznar hasta que Zapatero se sacó de la manga ese punto tan polémico que incomodó incluso a destacados miembros del partido socialista.
Pero más que en esas iniciativas que afectan tan directamente a la vida de los españoles, la mirada política está puesta en Madrid, Madrid, Madrid, pedazo de la tierra en que nací (no una servidora) y cuya alcaldía importa más que muchos ministerios, como dijo años ha el actual presidente de gobierno. Y debe ser verdad porque el actual presidente de gobierno se está pensando mucho la candidatura –apostemos por Esperanza Aguirre, tiene todas las papeletas aunque nadie le ha dicho nada- y el PSOE ha fulminado al candidato a la presidencia del gobierno regional para favorecer a un Antonio Miguel Carmona que se está dejando el resuello pateando la ciudad de la que pretende ser munícipe principal.
No deja de ser curioso que a estas alturas no se conozcan los candidatos del PP, tampoco quien sustituye a Tomás Gómez en la lista del PSOE, Izquierda Unida tiene un lío monumental porque su dirigente más activo –Garzón- tiene un pie en otra formación, Podemos está en el mismo lío que IU porque andan a vueltas con una más que probable fusión, y Ciudadanos se encuentra con que los candidatos que les gustan no quieren, y los que quieren no acaban de convencer a la cúpula del partido.
Escenario apasionante, porque ni se sabe quiénes son los actores principales ni cómo acaba la función.
Pilar Cernuda