Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, ha sido el anfitrión en Madrid de una 'cumbre' de dirigentes políticos europeos. Una 'cumbre' que se produce precisamente cuando la izquierda en general y la socialdemocracia en particular se interrogan sobre cuáles han de ser sus señas de identidad en una Europa que ya poco tiene que ver con la del siglo XX. Hasta el punto de que el 'invitado estrella', que es el primer ministro francés, Manuel Valls, acaba de escandalizar a sus correligionarios, y a todo el país, y a toda la 'gauche' europea, con sus propuestas de reforma económica y laboral para una nación, la suya, que ya no puede seguir manteniendo sus niveles de bienestar tal y como están.
Las propuestas de Valls se podrían sintetizar en que significan un cierto viraje al liberalismo descarnado, de manera que no se acaban de encontrar grandes diferencias, que no sea retóricas, entre lo que dice el político franco-español (hay quien dice franco-catalán; me parece que Valls no habla así) y los postulados de la vecina Alemania. Lo demás, es política exterior: que si Hollande es más amable con el griego Tsipras que la señora Merkel y su durísimo ministro de Finanzas, Schäuble, que si los galos plantan cara (para la galería) con mayor firmeza a Washington…
La socialdemocracia parece haber perdido sus referentes en aras de movimientos populistas y extremistas
Lo que quiero decir, situándome en un tibio posicionamiento de centro-izquierda, es que la derecha parece asentada en sus valores, o en la falta de algunos de ellos, mientras que la socialdemocracia parece haber perdido sus referentes en aras de movimientos populistas, extremistas o periféricos. La izquierda moderada busca diferenciarse del centro-derecha, pero es empujada por eso que ha dado en llamarse izquierda radical, en denominación que siempre me ha disgustado: radicales somos usted y yo cuando defendemos los principios más sacrosantos en los que creemos. Los otros son, si acaso, extremistas.
Claro que este dilema no podrá ni siquiera plantearse cuando, en apenas una mañana de sábado, se reúnan en Madrid algunos dirigentes socialistas europeos. Yo diría que el encuentro es más bien protocolario, de apoyo a un Pedro Sánchez que bien necesita potenciar sus perfiles (que los tiene) de aspirante a estadista. Pero Sánchez anda ahora en horas bajas, con sus conocidos problemas de organización y posicionamiento internos, y seguramente no sea para él el momento de posicionarse, y posicionar a su partido, ante lo que está ocurriendo en Moscú, en Atenas, en Bruselas o en muchas capitales europeas que, comenzando por París y Londres, ven cómo tiembla bajo sus pies la estructura política. Una lástima, en mi opinión, que esta 'cumbre' eurosocialista, que debería haber sido todo un congreso de redefiniciones, tenga lugar precisamente ahora. Me temo que va a quedar en poco, o en casi nada.
Fernando Jáuregui