Dicen algunos que la política 'no vende'. Que hay que titular con las cosas que interesan a la gente. Yo, la verdad, creo que la política sí interesa a los ciudadanos, aunque no sea más que como pretexto para la indignación colectiva. Vi por la calle este sábado a la candidata de ya ni sé qué formación, Tania Sánchez, que acabará siendo la cabeza de candidatura de algo semejante a Podemos para la Comunidad de Madrid, aglutinando a no menos de seis cámaras de televisión que recogían sus palabras andando por la acera, inmediatamente rebotadas a los informativos de radio y de televisión. Venía yo de una 'cumbre' eurosocialista en la que, al final, pásmese usted, quien dio la cara ante la prensa fue el francés (o catalán, pero primer ministro galo en todo caso) Manuel Valls, y no el anfitrión Pedro Sánchez, enfrascado en retratarse ante el 'photocall' con cuanto líder socialista europeo, conocido o no, pasase por el recinto del Instituto Ferial de Madrid. En Andalucía, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría arropaba al candidato del PP en las elecciones de dentro de un mes, Juan Manuel Moreno Bonilla, y la socialista Susana Díaz se arropaba a sí misma, que se basta y se sobra. Todo, todo, huele ya a primavera adelantada y a elecciones. Rajoy no apareció: estaba, dijeron sus cercanos, preparando el debate sobre el estado de la nación.
En mi modesta opinión, el interés ciudadano -que vaya si existe- por la política doméstica que se hace en España resulta injustificado, y la situación debería ser casi la de esos agoreros que dicen que la política no vende. Vende, creo, el espectáculo surrealista que en ocasiones nos ofrecemos a nosotros mismos, como el ocurrido en el Partido Socialista madrileño, donde ha ocurrido al final lo que todos veían venir desde el principio: que Ángel Gabilondo sustituirá al defenestrado Tomás Gómez como 'número uno' de la lista para la Comunidad de Madrid. O como esa rueda de prensa -maaadre mía_ en la que un altanero Monedero, perdón por el pareado, ofreció explicaciones incompletas sobre sus ingresos en esa Venezuela tan maltratada por sus actuales (y pasados) dirigentes. O como ese 'menage a trois' entre Rajoy, Artur Mas y Manuel Valls, que a este paso acabará convirtiéndose en el político español más popular, aunque sea francés, o precisamente por eso. Y el caso es que, visto lo visto, acabará mereciéndolo.
Tanto Rajoy como Sánchez se juegan mucho en este debate
Me encuentro en una actitud crecientemente crítica hacia el conjunto de eso que ha dado en llamarse 'clase política' española. Otros, que se engloban plenamente en ella, pese a ser unos recién llegados, la llaman 'casta', copiando el feliz hallazgo de dos periodistas italianos que titularon así un libro en el que criticaban ferozmente a los políticos de aquel país. Me temo que el inminente debate sobre el estado de la nación, este año electoral más cargado de expectativas que nunca, va a ser un reflejo de esta pobreza intelectual en la que nos hemos asentado. No sé, desde luego, qué es lo que prepara Rajoy, al margen de algunas buenas noticias 'electoralistas' que anunciará en su discurso -al menos, pare eso sirven estos encontronazos parlamentarios: para anunciar cosas buenas para la gente, aunque luego no siempre se cumpla lo prometido-, ni sé tampoco qué nos dirá Sánchez, lanzado a una hiperactividad poco acorde con la reflexión acerca de los mensajes a lanzar. Si sé que esos ciudadanos a los que todos apelan se sentirán, me parece, muy irritados si comprueban que vuelven el 'y tú más', los horizontes rosados frente a los negros nubarrones, la nada en las propuestas y el menos aún que nada a la hora de cumplir con las resoluciones que salgan de este encuentro.
Sí sé que, en plena campaña andaluza, en plena precampaña municipal y autonómica, en plena pre-precampaña de las elecciones generales, tanto Rajoy como Sánchez se juegan mucho en este debate. Porque, lamento contradecir a muchos expertos, pero verán ustedes cómo de nuevo la gran confrontación parlamentaria del año, a las puertas de tantos procesos electorales, nos decepciona. Pese al indudable interés y expectación con que lo esperamos.
Fernando Jáuregui