Un domingo a las 9 de la noche, es un partido al borde del precipicio. Ya no queda tiempo. El viento de cola venía de Barcelona. El equipo blaugrana, se había encontrado con una de esas tardes luminosas y vacías en las que nada es posible. Con esa mueca de alegría por dentro, el madridista se presentó ante la familia dispuesto a llenar dos tardes enteras de un fin de semana del mes más inservible del año. En las pantallas, gente saliendo y entrando de casas en las afueras, con la sonrisa comprada y el gesto de felicidad automática que sólo se da en los multicines y los tanatorios. En la calle, la multitud indiferente. Arriba, junto al cielo, la enorme grúa violeta, madre de todos nosotros, comienza a moverse otra vez con un quejido persuasivo, hipnótico, que llevará a los hombres a alimentarla durante un ciclo entero de sus vidas. Juega demasiado tarde el Real y su presencia no es suficiente para rellenar los huecos.
Comienza el partido en un campo gris marengo, del color de las diputaciones de provincia. Han dicho cosas bonitas del Elche, pero no sobresale ningún nombre. El Madrid presiona de una forma irresistible; Karim caza un balón con tanta finura que al incauto no le suena la campanilla. Ahí está Cristiano, a su izquierda como un anfibio voraz. Un gesto con la cadera, un punterazo espasmódico y el balón que roza el poste. Cristiano se lamenta a su gitana manera. Ya está aquí otra vez para envolver con su embrujo dramático el aire del partido; para darle un camino a cada jugada de ataque, para hacer estallar la red, cuando él lo desee.
– No es para tanto; exclama un hombre que mira el televisor como por equivocación.- Cristiano, Cristiano. ¿A quién ha regateado?. Si esa jugada no da en el poste, nadie se acordaría de ella.
Desde que llegó Pepe, el Madrid ha recordado de golpe todos aquellos pasos que le hacían un equipo incontenible. A Varane lo maneja como a un muñeco, y se plantan los dos en la línea del centro del campo, que para los rivales separa lo real, de lo soñado. Cose una espina dorsal metalizada que llega hasta los extremos curvos del madrid. Durante 25 minutos, no hubo balones a su espalda. Todo era rebotado hacia delante, preferentemente hacia la izquierda, donde Isco era el suceso del día. El malagueño ha aprendido a sacar ventaja de su inverosímil imaginación. Se encierra en un cajón con Marcelo y Cristiano, y cuando saca el conejo, los contrarios se han amontonado a su alrededor. Así que echando cuentas, uno se imagina que al otro lado, a Bale le están coronando como rey de un país desolado. Pivotando sobre Karim, la pelota le acababa llegando y el galés metió media docena de centros que llevaban escritos el nombre del vencedor. Ni uno acabó en la red para pasmo del bueno de Gareth, que en la segunda parte volvió a disolverse en su miasma particular.
Karim da una vuelta alrededor de sí mismo, Bale sale en estampida y le pone un balón curvado, equidistante del portero y la defensa, a Cristiano que llega en carrera y la empuja mal, paralela a la portería. Esa jugada define a la BBC. Dos superhéroes que parten de los lugares más lejanos posibles, asistidos por un delantero centro que va bajando escalones mientras los demás suben a la azotea. Los jugadores del Elche estaban tan abrumados defendiendo a los madridistas que apenas podían imaginar una jugada cualquiera de ataque. Hacia la mitad del primer tiempo, el Madrid comenzó a molestarse porque la pelota burlaba sus deseos. Los madridistas ya no recuperaban al instante y había una vía mínima para que los contrarios dieran media docena de pases en campo propio. Durante un rato no pasó nada. Al espectador se le apareció como un espectro la semana siguiente y sintió arcadas. Comenzó la segunda parte. Una ligera ansiedad rizaba la superficie del partido. El Elche se atrevió a disparar contra Casillas. Fue una rúbrica. Estamos aquí, tenednos respeto. Existimos. La superioridad de los defensas madridistas sobre los delanteros del Elche era absurda, como la de los vivos sobre los muertos. Sólo las filigranas de Casillas con sus pies de mármol dieron emoción al encuentro. Comenzó a haber más aire en campo del Elche y por ahí se coló Cristiano. Le ganó por primera vez en meses una carrera a un defensa, más por determinación que por velocidad y se adentró en el área como el colmillo en la carne. Centró hacia la zona roja, el balón hizo una cabriola entre el defensa y el portero y Karim que andaba al rececho, empujó la pelota a gol.
Partido concluido.
Momento perfecto para fijarse en Lucas Silva. Se le veía tejiendo a la diestra de Kroos. A una distancia prudente. Como si se lo hubieran mandado. Unos pasos por delante, para abrirle una línea de pase de forma sencilla y discreta. De vez en cuando se descolgó hacia el pico derecho del área, hacia la zona donde Carvajal mete la directa. No hizo cosas monstruosas pero tampoco la perdió. Presionó con tino y no se disolvió en los espacios de la nada, que cuando un jugador está perdido son casi todos. Tiene un cierto aire altivo que contrastó con la mirada huidiza de Illarramendi, al que Anchelotti dio paso al final.
En el minuto 68, y como homenaje a las víctimas del catenaccio, Isco se fue descolgando de su marcador con los pasos de baile aprendidos en su sala de estar. Se quedó sin campo y centró con una bifurcación de su tobillo izquierdo. El balón le llegó limpísimo a Cristiano, que enganchó un cabezazo digno de estar en el Moma repetido miles de veces y a diferentes volúmenes. Un cabezazo que no tiene que ver con los buenos deseos, sino con una voluntad muy honda que hay en Cristiano de hacer daño. De gritar con cualquier parte de su cuerpo. De ganar.
ELCHE, 0 – REAL MADRID, 2
Elche:Tyton; Damián, Enzo Roco, Lombán, Albacar; Adrián (C. Herrera, m. 81), Pasalic (Gálvez, m. 75); Víctor Rodríguez, Fayçal, Aarón (Rodrigues, m. 64); Jonathas. No utilizados: Manu Herrera; Cisma, Coro y Álvaro.
Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Lucas Silva (Illarra, m. 83), Kroos, Isco (Arbeloa, m. 87); Bale, Benzema (Jesé, m. 92), y Cristiano. No utilizados: Keylor Navas; Chicharito, Nacho y Medrán.
Goles: 0-1, M. 55. Benzema, de rechace. 0-2, M. 68. Cabezazo de Cristiano a pase de Isco.
Árbitro: Iglesias-Villanueva. Amonestó a Enzo Rojo, Albacar, Aarón, Jonathas y Marcelo.
Lleno en el Martínez Valero.
Ángel del Riego