La Unión Europea no entusiasma. Hubo cierto ardor cuando significaba recibir dinero. ¿Recuerdan cuando poníamos pegatinas de la UE en los coches? Ahora, cuando llega la hora de rendir cuentas (que nunca la UE exigió seriamente ni comprobó cómo se gastaban los fondos estructurales), la UE ya no sirve, todo son críticas.
Para salvar Europa es preciso creer en ella pero la Unión se ha quedado en un servicio financiero, sin avanzar gran cosa en lo institucional ni lo político. Y desde el punto de vista cultural, no ha hecho nada que ya no existiera antes a pesar de masas de millones gastados. Los europeos no nos identificamos con un escritor, poeta, cineasta, artista, actor. Cada país tiene los suyos. Ni siquiera existe el tirón intelectual que protagonizaron por ejemplo los franceses Camus y Sartre, con sus visiones tan diferentes. Tampoco hay los Adenauer, los Delors, los De Gasperi.
Hay un problema de fondo. Mientras los EEUU tienen un par de capitales culturales, Nueva York y Hollywood, Europa, no. París hace tiempo que perdió su lustre como capital de las artes, de la filosofía y de la literatura. Ya no emite. Hasta cierran librerías como La Hune, St.Germain cae en manos del turismo. Londres es la capital de los starts up y de los chicos de la Bolsa. Berlín encandila un poco pero está bloqueada por su idioma, maravilloso pero difícil. Roma es arqueológica y un parque temático (como París, casi). Y Bruselas no emociona. A Viena se la cargaron en 1918 Clemenceau y Wilson. Barcelona está a sus cosas, con los nacionalismos y provincianismos que la han anulado. Madrid no deja de ser bastante manchega, perjudicada por los politicastros.
Una unión política necesita de un centro emisor de ideas, o de varios, pero fuertes. Y no hay nada. Podría decirse que ya no hacen falta centros únicos, que hay de descentralizar. Pero sería bueno tener uno o dos centros emisores de ideas, de lugares donde mirarnos y reconocernos como europeos. Confundimos la gastronomía con la cultura, el esnobismo avanza, superficial y banal. Las redes sociales no sustituyen el esplendor, ese esplendor que vemos aun refulgir en Nueva York.
El soberanismo avanza con toda lógica ante este vacío cultural e institucional. La UE, en manos de funcionarios, no nos trae nada nuevo, sólo cuentas. No es por casualidad que tenemos como dirigente a Juncker, representante de una especie de Estado medio paraíso fiscal medio lugar de aburrimiento garantizado. La UE es prosaica y está encantada de serlo. Es más aburrida que un business center o que el hall de un hotel de lujo.
Alemania ha asumido ser locomotora económica, pero tiene mentalidad de contable y cajero. Así no se tira del carro. Schäuble y Merkel son estupendos para llevar cuentas pero no seducen en absoluto. Debería Alemania ser el polo de atracción, y no sólo el centro contable y económico. Si no lo ha sido es por un cierto complejo histórico que aún perdura y porque no quieren pasarse de expansionistas. Se autolimitan demasiado. Ni escritores, ni músicos, ni pintores que sean los adalides, todo mira aun demasiado al pasado.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye