De aquel Jordi Pujol seguro y arrogante que concitaba el respeto de los suyos y de sus adversarios no queda casi nada.
En su segunda comparecencia ante el Parlamento catalán para responder a las preguntas sobre el origen de su fortuna, el ex President se presentó con menos arrogancia que en la primera ocasión dejando la estela de la imagen de un hombre que ya no impone ni a los suyos. En realidad está descartado por quienes tanto le alabaron, y le temieron, en el pasado.
Pujol acudió al Parlamento con un guión escrito dispuesto a no decir una palabra de más y a no responder a ninguna pregunta comprometida y es lo que hizo. Se llevaba la lección bien aprendida, de manera que no se movió de la ambigüedad. Acusó a los diputados de dejarse llevar por habladurías, se quejó de verse en esa situación, pero se negó a decir una palabra de más.
Se notaba su soledad por más que en CiU aún hagan como que le respaldan, pero lo hacen incómodos.
De repente Pujol se ha convertido en un problema para CiU y para los independentistas catalanes y nadie sabe muy bien qué hacer con respecto a él.
En las intervenciones de los diputados se notaba la incomodidad de CiU, del PSC y de Ezquerra, por más que este grupo intentara desmarcarse el ex Muy Honorable President. Lo cierto es que le siguen tratando con cierta reverencia. Solo los portavoces de Ciudadans y el PP fueron capaces de poner los puntos sobre las «íes» sin complejos. Sin pena.
El mito se ha ido haciendo pedazos y cada intervención pública es peor que la anterior por una razón: no le creen porque no es creíble lo que cuenta.
Marta Ferrusola también se ha visto señalada, ella a la que le hacían la pelota sin cesar, a la que rendían todo tipo de honores, ella que vivía bajo la sombra del poder de su marido, de repente se ha visto teniendo que responder sobre el origen del dinero familiar en el Parlamento, defendiéndose a si misma y a su familia.
Es lo que tiene la política, que hoy se puede ser casi un dios y al día siguiente un jarrón roto en pedazos.
La comparecencia de Pujol ante el Parlamento debería de servir de lección a todos los políticos, los viejos y los nuevos ,para que nunca olviden que son solo hombre que el poder tiene efectos embriagadores.
En la antigua Roma cuando los generales regresaban victoriosos de sus conquistas, antes de entrar en la ciudad para recibir los aplausos de sus conciudadanos, un esclavo se subía a su carro y no cesaba de repetir «recuerda que solo eres un hombre».
Cuando Pujol mandaba en Cataluña, cuando todos le rendían pleitesía, cuando hacía y deshacía, alguien debería haberle susurrado al oído «recuerda que solo eres un hombre».
En nuestro país se perdona casi todo, menos las cosas del dinero. No debería haber olvidado esa lección.
Julia Navarro