La secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, ha armado un buen lío diciendo que el sistema universitario español «no es sostenible» por tres razones: alta tasa de universitarios, bajas matrículas y bajos impuestos y prácticamente ningún control de acceso a la Universidad. Si sólo fuera por eso, que ya es mucho, tal vez podríamos dar un voto de confianza al gasto en la Universidad para financiar lo que cuestan millón y medio de universitarios, decenas de miles de profesores y más de 80 Universidades. Dice Gomendio y con razón, que «la educación no es gratuita», y que la pregunta es «quién la paga, cuándo y cómo». Pero hasta ahí, los españoles podríamos decidir que queremos malgastar nuestros impuestos y financiar la Universidad y hasta que sea gratis para todos, tarden lo que tarden en terminar sus carreras.
El problema es mucho más de fondo. El problema es que los alumnos llegan a la Universidad mal preparados y que los sistemas de selectividad son un fraude porque aprueba el 95 por ciento y muchos de ellos no saben ni siquiera construir correctamente una frase ni un «discurso» coherente sobre cualquier tema, al margen de las faltas de ortografía que en una Universidad deberían ser motivo de expulsión inmediata. El problema es que del 60 por ciento de los universitarios que logran un empleo -el resto, ni eso-, sólo un 44 por ciento tiene un trabajo que necesite titulación universitaria. Sólo un 55 por ciento de los graduados españoles tiene un trabajo acorde con su preparación, mientras que esa proporción es del 73 por ciento en la media de los países europeos. Algo estamos haciendo mal.
El problema es que hemos pasado de 250.000 universitarios en 1975 a 1,5 millones en 2015 y que también hemos multiplicado desaforadamente el número de profesores sin la preparación adecuada. No están los mejores profesores sino los que tienen padrinos: el 72 por ciento de ese profesorado trabaja en la misma Universidad en la que estudió. De las 146 titulaciones que existían en 1975 hemos pasado ¡a 2.676 grados!, que ahora nos quieren volver a cambiar, y a ¡más de 4.000 máster! Y que el 50 por ciento de esas titulaciones tienen menos de 75 alumnos en primer curso. En muchos casos, no llegan ni a 10.
¿Sobran Universidades? Vistos estos datos no es tanto que haya muchas, demasiadas Universidades, algunas ineficientes, con métodos de enseñanza anticuados y sin auditoría alguna de calidad, sino que todas hacen lo mismo, todas tienen todas las titulaciones, todas tienen profesores para todos los cursos de todas las titulaciones, incluso aunque no haya alumnos. No hay acuerdos de colaboración entre Universidades para compartir plantillas o estudios, para investigar conjuntamente y para reducir gastos. Y todo eso cuesta una pasta que, como la educación no es gratuita, tenemos que decidir quién la paga y cómo. La brecha entre la Universidad y las demandas sociales es inmensa. Y sigue creciendo porque nadie se atreve a coger el toro por los cuernos.
Francisco Muro de Iscar