En los últimos lances del debate sobre el estado de la Nación, con la esperanza de que el diputado Baldoví (Compromis) se recupere de su desvanecimiento en la tribuna de oradores, dos sensaciones se abren paso después de asistir al que pasa por ser el debate político más importante del año.
Por un lado, tenemos el condicionante electoral. Las cuatro citas electorales de los próximos meses favorecieron la impostura en los discursos de los portavoces. Y por otro, el sobrevuelo de Podemos y Ciudadanos. Las dos fuerzas emergentes, una por la derecha y otra por la izquierda, determinaron las respectivas intervenciones, sobre todo las de los dos grandes, cuyo reinado en formato bipartidista está llamado a decaer en la próxima Legislatura.
Hija de la impostura es la sobreactuación. Y esa fue la tónica dominante en el cruce parlamentario del presidente del Gobierno con el líder del principal grupo de la oposición. En el caso de Rajoy, por la sobredosis de triunfalismo que se atizó para explicar el fin de la pesadilla (salida de la crisis sin haber pedido el rescate y sin cargarse el Estado del Bienestar). Y en el caso de Sánchez, por la necesidad de reforzarse ante los suyos y de ahuyentar a sus competidores a la izquierda del espectro electoral.
Lo que ocurrió el martes por la tarde fue una ruidosa colisión entre dos personajes sobreactuados, con resultado favorable a Sánchez. Dicho sea por haber conseguido sacar de quicio a Mariano Rajoy y por la inesperada falta de templanza en la reacción del presidente, que acabó faltando al respeto a su adversario («No da usted la talla», «no vuelva por aquí», «es usted patético») y, por tanto, perdiendo la compostura. Nunca lo hubiéramos creído en un dirigente tan experimentado como Mariano Rajoy, que acaba de superar su noveno debate sobre el estado de la Nación.
Esta vez la experiencia no fue un grado. Parece mentira que un hombre habitualmente templado no supiera sobreponerse a la insumisión de Sánchez. ¿Esperaba que el líder socialista subiera a la tribuna a agradecerle los servicios prestados? Aún siendo previsible la enmienda a la totalidad de Sánchez al relato de Rajoy, la verdad es que la pérdida de papeles del presidente fue la consecuencia de un ataque alocado de aquel, sin método, sin hilo conductor, sin estandarte y sin objetivo claro. Y eso es lo que le sacó de quicio, hasta el punto de hacerle perder a los puntos en su cruce con el secretario general del PSOE.
Poco más dio de sí el debate. Si acaso, vale la pena resaltar la meritoria cruzada de UPyD contra la corrupción, tanto en las instituciones políticas como en las judiciales. Su portavoz, Rosa Díez, fue la más motivada al tratar los escándalos asociados a las siglas del PP que, una vez más, el presidente del Gobierno despachó con las consabidas referencias a las iniciativas legales puestas en marcha para prevenir, perseguir y castigar comportamientos corruptos.
Antonio Casado