Nunca he sido demasiado partidario de prohibir en la vida oficial el uso del lenguaje que se emplea en la calle, siempre y cuando se haga con la gracia y la espontaneidad con las que los viandantes empleamos eso que se vulgarizó como 'taco', y no se haga como reclamo electoral o por puro esnobismo. Y resulta que la palabra 'coño', así como suena, es la más común en el lenguaje cotidiano de los españoles y también, por cierto, de muchas españolas según y cómo y según y cuándo. De la misma manera que 'son of a bitch', o 'hijo de perra', no resulta ofensivo en el intercambio verbal amistoso en el mundo anglosajón, me parece que 'coño' ha perdido sus, ejem, connotaciones literales para pasar a tenerlas casi literarias. Según y cómo, repito, y según y cuándo.
Por ello, nada me sorprendió escuchar a Pedro Sánchez preguntar y preguntarse, en voz alta, «qué coño tiene que pasar» para que Rajoy visite las aguas aragonesas desbordadas. Enfatizaba el líder de la oposición una frase que sabía -luego no lo fue tanto- que iba a ser reproducida por todos los medios. Y conste que, en mi ya larga vida de mirón y escuchador profesional, he oído en más de una ocasión deslizar un 'coño' en el discurso del actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y recuerdo que un día, quizá ya lejano, le elogié en un artículo por la naturalidad con la que se expresaba, que era la misma de la buena gente 'normal'. Sería quizá porque entonces, cuando aún no tenía tanta púrpura encima, aún trataba ocasionalmente con viandantes y común de los mortales.
'Coño', como tantas otras expresiones, varía su significado en función del interlocutor y del momento. Se puede lanzar como interjección, como guiño cómplice o, simplemente, como una parte anodina de una frase cualquiera. No entendí bien que la por otra parte educadísima y amabilísima ministra de Agricultura tuviera este miércoles un reproche para el palabro eyectado por Pedro Sánchez: si hubiese sido Rajoy quien hubiese pronunciado el tal palabro, la cosa se vería, desde ese Ministerio y desde otros, como algo intrascendente. Si es la oposición quien lanza el 'taco', entonces eso es ya diferente: una falta de educación.
Y hubiese sido igual si viceversa, que ya se sabe que en esta España, con eñe, nos perdemos por una buena polémica en torno a cualquier chorrada -huy, lo que he dicho-, y dejamos de lado lo verdaderamente importante, por ejemplo cómo c… vamos a echar una mano a los agricultores que lo han perdido todo en la riada del Ebro. Por lo demás, a mí qué carámbanos –¿capta usted la figura literaria?– me importa si quien anuncia las ayudas 'in situ' es el mismísimo presidente del Gobierno o cualquiera de sus enviados especiales. Lo importante, cáspita, es que esa ayudas se sustancien en el Consejo de Ministros, y lo otro importa un… ¿carallo?
Fernando Jáuregui