Estamos ante un caso típico de ciudadanos vendidos por falta de luz en la trastienda del mismo. No puede ser más oscura. Material de primera calidad para el admirado González Ledesma, que se lo acaba de perder. Por un lado, el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, acusa a dos altos cargos policiales de chantajearle y se declara víctima de una conspiración política para estrangular sus aspiraciones a encabezar la lista regional del PP. Y por otro, ese par de experimentados comisarios, José Villarejo y García Castaño, que acusan al presidente madrileño de impedir la investigación sobre la compra del famoso ático de Estepona. No solo, Villarejo ha denunciado a Ignacio González por haberse comprado el ático con una comisión ilegal que obtuvo que obtuvo de su amigo Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid, por una operación inmobiliaria en Arganda.
Lo primero que llama la atención es la soledad profesional de los policías respecto a sus responsables y la soledad política de Ignacio González respecto a los suyos. Ni el director de la Policía ni el ministro del Interior han arropado institucionalmente a los comisarios denostados por el presidente madrileño. Lo mismo digo del presidente del PP Mariano Rajoy, su secretaria general, Dolores de Cospedal, o su secretario de Organización, Carlos Floriano. Ninguno de los tres ha puesto la mano en el fuego por Ignacio González.
Sin embargo en este asunto con ribetes de novela negra van y vienen nociones de mayor cuantía. A saber: extorsión a un cargo público, abuso de poder, obstrucción a la Justicia, fabricación de pruebas, extorsión policial, comportamiento corrupto de un gobernante, ajuste de cuentas entre servidores públicos enfrentados o utilización de la prevalencia de un alto cargo para conseguir impunidad entre otras. Todas esas hipótesis, a cual más grave, están sobrevolando el escándalo en medio del estupor de una ciudadanía perpleja que ún no sabe si estamos ante el caso González o ante el caso Villarejo.
No puede ser más rocambolesca la adquisición a través de un testaferro profesional de un ático en la Costa del Sol por parte del presidente de la Comunidad de Madrid. Caso judicial abierto, en contra de lo que se ha dicho. Es verdad que el Supremo lo archivó en julio del año pasado, pero en su auto instaba al Juzgado de Estepona a seguir con la investigación de la causa.
Claro que tampoco está mal el turbador historial del comisario Villarejo, que pasa por ser un habitual de los submundos policiales y un experto en cañerías del Estado. Últimamente iba de estrella invitada en los delirantes relatos del pequeño Nicolás pero, si echamos la vista atrás, encontraremos su nombre vinculado a un panfleto (mediados de los noventa del siglo pasado) en el que se perpetraba a insidia de relacionar al entonces juez Garzón con bandas criminales y una desmedida afición personal a las orgías con mujeres de vida desordenada.
Antonio Casado