Las televisiones, las radios, los periódicos, todos los medios de comunicación han dedicado amplios espacios a la celebración del Día Internacional de la Mujer recordando que la desigualdad entre hombres y mujeres es una brecha que aún no se ha superado ni siquiera en los países más avanzados.
Pero el mayor problema es que aún hoy, en el siglo XXI, millones de mujeres son considerabas ciudadanas de segunda e incluso hay países en los que ni siquiera tienen esa condición.
Millones de mujeres que viven bajo la opresión de unas costumbres que las encierra en una burka. Millones de mujeres para las que intentar conducir puede significar la cárcel. Millones de mujeres que sufren la violencia de la ablación. Millones de mujeres que son poco menos que objetos y pertenecen primero a su familia, su padre y hermanos son dueños y señores de su vida y luego a sus esposo. Mujeres, estas que pueden morir lapidadas si alguien las acusa de adulterio.
Mujeres que no pueden acceder a la educación por el hecho de ser mujeres. ¿Quieren que continúe?. Sí, todavía hay mucho que hacer, muchas batallas que dar y no solo fuera de nuestras fronteras, me refiero a la Unión Europea o al mundo occidental. Porque en «nuestro mundo», en nuestro aparente, confortable hay otras batallas que dar. Por ejemplo, cobramos menos salario por el mismo trabajo que los hombres. La conciliación es una asignatura pendiente porque a la hora de la verdad sobre nosotras continúa recayendo la responsabilidad de la vida cotidiana familiar sin por eso descuidar nuestro trabajo fuera de casa. ¿Cuántos padres hay en las puertas de los colegios? ¿Cuántos hacen equilibrios con sus horarios para llevar a sus hijos al dentista, a clase de inglés, o a hacer deporte?.
Somos también nosotras las que nos ocupamos de nuestros mayores, las que en definitiva corremos de un sitio a otro intentando dar respuesta a los problemas de la vida cotidiana sin por eso dejar de hacer nuestro trabajo.
Las estadísticas indican que las mujeres casadas y con hijos ganan menos que las solteras precisamente porque pueden dedicar más horas a la empresa en la que trabajan, lo cual es más que cuestionable porque hacer bien un trabajo no tiene porque ser una cuestión de horas.
Pero hay otros capítulos negros que tienen que ver con la mujer, el de la violencia en primer lugar. Se han promulgado leyes que en teoría protegen a la mujer contra la violencia en el ámbito doméstico pero solo en teoría, y si no repasemos el número de mujeres que mueren todos los años a manos de sus parejas.
En fin, que no esta de más recordar aunque solo sea un día que quedan muchas batallas por pelear hasta lograr que mujeres y hombres seamos realmente iguales en todos los ámbitos.
Por eso me ponen de los nervios algunas mujeres que muy ufanas aseguran que ellas nunca han sufrido ni discriminación ni desigualdad. O son marcianas, o mienten o son tontas o lo que es peor absolutamente insolidarias o acaso viven en «Babia» y viven ajenas a la realidad.
Julia Navarro