Dos tuit y una entrevista en radio y a los populares se les descompuso el domingo. Estaban tan contentos con su tikcet electoral Aguirre-Cifuentes, y de pronto se lió la parda. Que para liarlas hay que reconocer que Esperanza no tiene precio. La cosa venía de la publicación en dos periódicos, El Mundo y ABC de que en Madrid se ponía una gestora al frente del partido descabalgando, por tanto, de inmediato a su presidenta, que en efecto es Esperanza Aguirre.
Leerlo y salir como un cohete fue todo uno. Ni le ponían gestora, ni le hacían la lista ni leches. Vamos que si era menester renunciaba a la candidatura. ¡Y Rajoy en Guatemala!. Pero, cuando se quiere, hay teléfonos y a poco la tormenta se queda en eso en un vaso de tuit y el comunicado del PP sosegaba a todos.
Lo que Esperanza Aguirre había aceptado era el dejar, en efecto, la dirección máxima del partido en Madrid si resultaba elegida alcaldesa tras acordarlo, finalmente con Rajoy, tras algún tira y afloja con Cospedal que le planteó hacerlo ya ahora. El comunicado del partido emitido en la tarde dominical se limitaba a desvelar y subrayar ese acuerdo sin entrar en polémicas ni hacer sangre. Que había sido por consenso se hizo evidente cuando el lunes Aguirre lo reconocía y avalaba, no se postularía para presidenta si salía elegida para la alcaldía, algo por otro lado dentro de la lógica y bastante razonable, y señalaba que ella se había limitado a desmentir a los diarios que daban la noticia de la gestora. O sea, el mismo preámbulo del comunicado. Pues bueno, se acepta pulpo como animal de compañía para seguir jugando pero algunos sapos y culebras si que había echado la Aguirre por la mañana.
En cualquier caso el incidente, aunque al final haya resultado que el pacto existía, le ha servido a la candidata para marcar territorio y sacar la tralla contra sus enconos y enemigos de toda una vida en el partido madrileño. Y para meterse con un buen estruendo en campaña.
Que es a lo que vamos. La jugada de Cristina y Esperanza ha sentado bien en las filas populares, excepto claro al descartado Ignacio González, y llevado bastante nervio a los rivales. La izquierda siempre ha visto a Esperanza Aguirre como una de sus particulares bichas quizás porque sea de las que les pica más hondo. Cifuentes es también «mala» enemiga sobre la que se suelen cebarse en las redes desde que fue el gran valladar contra las algaradas y con quien los orcos mediáticos llegaron a zafiedades brutales con motivo de su grave accidente.
Serán dos mujeres contra los dos hombres del PSOE, Gabilondo y Carmona, otros dos de UPyD, Marcos y Ortega, de la decreciente UPyD, y de los todavía desconocidos Begoña Villacis e Ignacio Aguado, arropados en la emergente marca Ciudadanos y el vaya usted a saber quien en el cisco que hay por Podemos e IU donde lo que parecemos saber es que la aspirante a lideresa en este campo, Tania Sánchez ya no va a ir a estas elecciones ni por los unos ni por los otros. Lo que me da es que vistas las complicaciones lo que al final han decidido en amor y compañía ha sido guardarse para las generales y que quizás le tenga más cuenta ser diputada nacional que volver de nuevo a la asamblea madrileña donde ha estado estos últimos cuatro años hasta que dimitiera hace unos cuantos días. Pero a uno le parece que todo eso y con tanta soberbia ha acabado por erosionar lo que podía haber sido una alternativa real no sé si para gobierno pero si para liderato en la izquierda. En el ayuntamiento no se sabe en que quedará todo el enjuague ni si IU se sumará pero en la comunidad está claro que el poeta García Montero irá con su siglas y no se dejará engullir sin dar batalla.
Antonio Pérez Henares