Mientras que el planeta político patrio se desgañita hasta la extenuación en asuntos de la importancia del caso González-Villarejo sobre la corrupción extrema de vestidura madrileña, o de la borradura del mismo González del mapa electoral, o de la terrible encuesta de Metroscopia sobre el posible empate de los cuatro principales partidos, a Pablo Iglesias le entran esas ansias de salirse por un rato de toda la horrenda problemática. Tales ansias hablan de su inaudita inclinación, manifestada a la agencia Reuters, favorable al Rey Felipe VI, con el que tiene pendiente un encuentro que podría ser histórico, durante el cual le va a proponer que se presente a elecciones para la Jefatura del Estado, en la seguridad de que las ganaría de calle. Es claro que antes habría que reformar la Constitución para convertir la Monarquía en República y pequeños detalles por el estilo. Es la forma más inteligente de conseguir la conversión de España en República sin que ello supusiera especial trauma, sobre la base de que el nuevo régimen sería presidido por la misma persona que el anterior. Se queda uno de piedra ante la mencionada propuesta, que el líder de Podemos ya tendría en la cabeza cuando hace ya tiempo solicitó la entrevista con el Rey.
En ese momento ya era evidente que existía una corriente de simpatía entre los dos jóvenes, que sin ninguna duda habrán hablado por teléfono o similares muchas veces, una simpatía capaz de propiciar de forma nada traumática la sustitución del llamado régimen del 78 por el régimen de una nueva democracia que no tiene por qué llevarse nada de lo bueno de la anterior. Y lo mejor de la anterior sin duda es el nuevo Rey en lo personal, quien en las encuestas aparece con un grado altísimo de aceptación que no alcanza ningún otro personaje de la vida pública. Felipe sería el mejor puente entre un tiempo y otro tiempo. Lo más significativo es que sea Iglesias, el más apreciado demoscópicamente por las gentes españolas, quien lance la gran idea. Que lógicamente contará o contaría con un apoyo mayoritario, pese a que dentro y fuera de Podemos haya reticencias e incluso opiniones contrarias. No sé si la idea gozará de la simpatía de tirios y troyanos, creo que no, de manera especial entre el personal facha y aledaños, que también tiene su corazoncito, algo averiado, pero lo tiene. Personalmente, la idea lanzada por Pablo Iglesias me parece lo más atrevido y constructivo dentro de esta vorágine sobrecogedora que vive la política española.
Pedro Calvo Hernando