Recuerdo aquellos viejos, no sé si buenos, tiempos en los que la prensa extranjera apenas se ocupaba de las cosas españolas: no nos daba importancia. Luego vino la prensa salmón para airear la mala situación económica, y el New York Times publicaba fotos de ciudadanos españoles asomándose a cubos de basura en busca de comida, lo que, por cierto, es una imagen mucho más frecuente en los supermercados de Nueva York que por estos pagos. Era por aquellos tiempos en los que el Wall Street Journal, vaya usted a saber bajo qué influencias, calificaba de «paleto» al presidente del Gobierno de España, por entonces José Luis Rodríguez Zapatero. O sea, un cierto tono despectivo.
Ahora hemos entrado en una nueva fase. La verdad, ver a Esperanza Aguirre en la portada del 'Die Welt' no deja de causarme cierto estupor: ¿la candidata a la alcaldía de Madrid, estrella de la prensa más seria de Europa? Claro que Pablo Iglesias ha copado ya bastantes titulares del NYT, entre otros muchos periódicos del mundo mundial. Un ex corresponsal francés en Madrid, viejo amigo, se dolía: «en mis tiempos no había manera de colocar una crónica sobre España; ahora, de la redacción central lo quieren todo». Lo quieren todo, todo, incluyendo a dos polos tan opuestos como Esperanza Aguirre y Pablo Iglesias, aunque la 'lideresa' en su premura verbal, ya ha dicho que según y en qué podría llegar a pactar con Podemos, por ejemplo en una campaña para plantar árboles. Más folclore.
No crea usted que me parece positivo ese interés por las minucias de lo que aquí hacen nuestros políticos y aspirantes a políticos. 'Good news, no news', dicen los viejos refranes de mi profesión, casi la más antigua del mundo. Y, de hecho, tras un análisis algo demorado de lo último que se publica por ahí sobre nuestro país, llego a la conclusión de que el interés se centra ahora no en la (relativamente buena) marcha económica de España, ni en los mendigos que hurgan en los basureros, sino en los aspectos más ¿esotéricos? de nuestra política. Porque no me negará usted que el 'caso Esperanza Aguirre', con todas sus derivaciones, o que partidos sin cuadros, sin infraestructura, sin candidatos conocidos, con programa cambiante, sean los más apetecibles para los encuestados, no dejan de ser parcelas chocantes de la ya de por sí chocante marcha general de la política española.
Y, si le tengo que decir la verdad, yo mismo, que estoy como en un exilio periodístico interior, anonadado por lo que veo y escucho, estoy empezando a dejar de entender el fondo de algunas cosas, al margen de las dos que acabo de citar: ahí tiene usted, por ejemplo, ese extrañísimo caso del 'espionaje policial', presuntamente al margen de la ley, contra el presidente (saliente) de la Comunidad de Madrid; y el ministro del sector, como el que oye campanadas llamando a misa . Ni comprendo tampoco el sesgo de algunas encuestas, ni que, hallándose bajo un tsunami vaticinado por esos sondeos, la clase política instalada se comporte como si nada y prosiga con sus campañas como siempre, sus debates al uso, sus peleas consuetudinarias y, lo que es peor, con sus apolilladas ideas-de-toda-la-vida.
Ya digo: lo extraño es no estar todos los días en las portadas de todos los diarios foráneos, de todos los noticiarios de televisión y radiofónicos a lo largo y ancho del planeta. Y es que, a base de hacer coexistir lo radicalmente novedoso con lo tradicional, Spain sigue siendo different. Como en los tiempos de Manuel Fraga. Quién fuera enviado especial (extranjero, claro) a este Madrid loco del 'celtiberia show'.
Fernando Jáuregui